Analizamos las principales barreras y dinamizadores para la implementación de planes de sostenibilidad en las pequeñas y medianas empresas en España
ANTONIO FERRER Y VICENTE LÓPEZ
La crisis ambiental en la que nos encontramos inmersos, con la emergencia climática como máximo exponente, sólo puede ser contrarrestada desde la sostenibilidad, a través de un cambio de modelo que transforme nuestra manera de producir y vivir. Esto pondrá el acento sobre las empresas, que se verán obligadas a adaptar sus procesos productivos para ajustarse no sólo a las nuevas exigencias legales en materia medioambiental, sino también a la realidad actual de escasez de materias primas.
Así, la integración de la sostenibilidad ambiental dentro de la gestión de la empresa va a ser un factor determinante en la propia continuidad de la actividad empresarial y en su ganancia o no de capacidad competitiva, tanto desde el punto de vista comercial como para la captación de recursos. Las empresas que antes y mejor se posicionen frente a la crisis ambiental no sólo estarán en mejores condiciones para afrontar los procesos y los cambios que se deban acometer, sino que también tendrán una posición de ventaja frente a sus competidores. En resumen, la ganancia de competitividad empresarial en los mercados globales va a depender en gran medida de que exista una interiorización de la importancia ambiental en las estrategias empresariales.
Las estrategias a la hora de integrar la sostenibilidad en la cadena de valor de las empresas son diversas y dependen en gran medida de la propia naturaleza de la organización. Pero, en un contexto de recursos cada vez más escasos, los cambios hacia un modelo productivo van a ser, sin duda, uno de los elementos clave. Así, los procesos productivos que consigan incorporar con éxito la recuperación de materias primas y la valorización de recursos que hasta ahora eran considerados residuos se pondrán a la cabeza del pelotón empresarial. Conviene recordar que la escasez de ciertas materias primas no solo pone en jaque algunos procesos de transición esenciales, como el energético, sino que, sobre todo, dicha escasez conlleva un aumento en los costes empresariales que puede poner en problemas serios a algunas empresas y sectores, y por lo tanto el volumen y la calidad del empleo generado.
Una de las claves del éxito de este cambio hacia un modelo competitivo basado en los procesos productivos circulares va a ser el comportamiento de las pequeñas y medianas empresas (pymes) que, especialmente en países como España, son el principal motor de la economía, englobando más del 95% de las empresas y generando más del 90% del empleo. En el caso de nuestro país, además, la mayor parte de la estructura productiva está dinamizada por pequeñas empresas y microempresas, lo que dificulta más si cabe este cambio en las estrategias empresariales.
Pero lo que está claro es que más allá de su importancia económica y laboral, las pymes tienen una considerable huella ambiental. En este sentido, aunque la media de emisiones de CO2 de una pyme de la UE es de 67 toneladas, frente a las 20.027 toneladas de las empresas de más de 250 trabajadores, suponen un 62% de todas las emisiones procedentes de las empresas de la UE.
Y sin embargo, pocas pymes han implantado planes de sostenibilidad. En este sentido, según el Eurobarómetro del año 2021 PYMEs, eficiencia de recursos y mercados verdes, sólo el 24% de las empresas europeas encuestadas (13.343) tenían en marcha alguna iniciativa concreta para reducir su huella de carbono. En el caso de la PYME española, el porcentaje era del 16%.
Las razones son diversas. En primer lugar, su tamaño, a menudo mucho más reducido que las 250 personas que establece el límite entre pyme y gran empresa. Por ello, las pymes tienen menos capacidad para integrar especialistas de la gestión ambiental dentro de sus plantillas. Tienen también mayores dificultades para potenciar la innovación en sus procesos productivos, por los obstáculos que se encuentran a la hora de captar inversión y por sus márgenes empresariales más estrechos. Además menudo sus estrategias competitivas se basan en el precio y no tanto en la diferenciación del producto, lo que dificulta los procesos de inversión hacia otras formas de producir.
Hay, además y sin que sea generalizado en el conjunto del sector, una percepción negativa de las cuestiones ambientales dentro de muchas pymes. La protección ambiental se ha percibido como un proceso costoso que tiene escasos beneficios en ese corto plazo en el que se sitúan muchas de las pequeñas empresas. Esto ha llevado a una menor adhesión e implementación en las pymes de iniciativas y estándares ambientales y herramientas voluntarias de gestión ambiental, lo que supone también una nueva barrera para la implementación de medidas y procesos de circularidad.
Asimismo, la situación de las pymes en relación con los procesos de innovación y la transformación digital también muestra la existencia de barreras ligadas a estas cuestiones, estrechamente ligadas a la economía circular. A finales del año 2019, el número de pymes en nuestro país con departamentos de innovación no llegaba al 20% y el 29% de las mismas destinaban únicamente entre un 1% y un 3% de su presupuesto a esta área, porcentajes muy alejados de los registrados en otros países de la UE. Según el European Innovation Scoreboard 2022, publicado por la Comisión Europea, España ocupa el puesto 16 de 27 en el ranking de innovación de la UE.
No obstante, durante los últimos años se han dado pasos importantes para avanzar hacia la circularidad. Así, el principal elemento dinamizador de la sostenibilidad en las empresas es probablemente el marco programático de políticas públicas para impulsar la sostenibilidad y la economía circular, tanto desde un marco europeo (II Plan de Acción, Estrategia PYME digital y sostenible…) como estatal (Estrategia Española de Economía Circular España Circular 2030, Marco Estratégico en política de PYME 2030, etc.). Así, uno de los mayores apoyos económicos a la transición hacia la economía circular se ha plasmado en el PERTE de Economía Circular, que se espera que movilice recursos superiores a los 1.200 millones hasta el año 2026 y donde la pyme tiene un trato diferencial. Ahora, deberemos analizar si las pymes finalmente acceden a estos fondos y evaluar si esta política realmente cumple con los objetivos establecidos.
Esto no significa que no sigan existiendo importantes barreras regulatorias, políticas y fiscales, tal y como señala el tercer informe de la Fundación COTEC sobre la Situación y Evolución de la Economía Circular en España. Según el informe, los estímulos fiscales en España son escasos, las normas sobre la implantación de la economía circular no son suficientemente claras, y hay además importantes barreras económicas y financieras, asociadas a la financiación y a los costes de la implementación de actividades circulares.
Otro dinamizador, seguramente el más relevante, es el de la presión de mercados, consumidores, empresas clientes y cadena de suministro de la pyme. La demanda y adquisición de materias primas y subproductos, así como de productos y servicios sostenibles bajo parámetros de la economía circular empujará a la empresa para cumplir con estas presiones. En este ámbito, conviene señalar también como dinamizador el impulso de las Administraciones públicas a este proceso de transición hacia la economía circular, de manera específica a través de los procesos de contratación y compra pública y de la promoción pública de productos y servicios sostenibles. Lo que sí parece claro es que en el futuro poder acceder a ciertos mercados y/o integrarse en las cadenas de valor de las grandes empresas transnacionales va a depender, entre otras, de las políticas ambientales desarrolladas en cada una de las empresas.
Hay quien ya ha marcado el camino y ha demostrado que es posible. En Euskadi, el sistema industrial está dominado por la pyme y la microempresa y dinamizado por compañías multinacionales tractoras de la red de proveedores. Este sistema cuenta además con importantes estructuras públicas de apoyo, tanto financieras como tecnológicas, que facilita la capacidad de adaptación y competitividad de la industria en su conjunto, incluyendo obviamente a las empresas de menor tamaño.
Seguir esa senda de apoyo a la pequeña y mediana empresa será imprescindible si queremos que el proceso de transición ecológica y, en concreto, el cambio de un modelo de producción lineal a un modelo circular, tenga éxito. Ahora bien, esta dinamización no puede ser “individualizante” sino que debe construirse en entornos que fortalezcan la interrelación y cooperación entras las pymes, disminuyendo los obstáculos a la innovación y la inversión productivas.