Julio Pacheco fue arrestado y torturado por el régimen franquista en 1975. Tras más de 100 querellas presentadas desde 2017, la suya es la primera que ha sido admitida a trámite ante un tribunal
LAURA VILLADIEGO
De los siete días que Julio Pacheco pasó encerrado en la Dirección General de Seguridad, sólo tiene dos recuerdos realmente nítidos. El primero, los golpes en las plantas de los pies cuando lo torturaban. “Era lo único que no te hacía desmayarte. Te daban con una porra durante horas y el dolor era creciente”, recuerda. El otro, cuando le obligaron a ver cómo le propinaban el mismo castigo a su pareja, ‘Rosi’.
Pacheco fue detenido en agosto de 1975 acusado de terrorismo y de ser el jefe del comando que había asesinado al teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez unos días antes. “Llamaron a la puerta y me encontré una pistola en la cara”, recuerda. “Eran los últimos coletazos del franquismo. La persecución era muy dura”. Pacheco tenía entonces 19 años y era estudiante de Biológicas en la Universidad Complutense, además de militante de la Federación Universitaria Democrática de España (FUDE), relacionada con el FRAP, responsable del asesinato.
Lo demás que recuerda es, sobre todo, la angustia. “No recuerdo ni haber comido ni haber ido al servicio en esos siete días”, relata. Pacheco asegura que los torturaban continuamente “cuando les daba la gana” y que “las amenazas de muerte eran continuas”. “No te tratan como a una persona. Eras un objeto al que pegar. Yo estuve varios días en aislamiento y 3 ó 4 días esposado sin soltarme. Y venían y me daban golpes porque sí. O me decían que podían pegarme un tiro en cualquier momento”, recuerda.
El pasado 15 de septiembre parte de esa angustia se liberó cuando Pacheco se convirtió en la primera víctima de torturas del franquismo en testificar ante un juez. “Estoy muy contento. Me he quedado con muy buen sabor de boca”, asegura. “Estamos abriendo una brecha en el muro de impunidad contra el que llevamos años dándonos”.
La primera querella por torturas durante el franquismo se presentó en 2017. Desde entonces se han interpuesto más de 100 querellas pero ninguna más ha prosperado. La suya fue admitida a trámite el pasado mes de mayo por la magistrada Ana María Iguacel “por un supuesto delito de crímenes de lesa humanidad y torturas”. “No se admiten más querellas porque es poner en cuestión la Transición y la monarquía”, asegura Pacheco, quien califica la Transición como una “traición”. “En base a la Ley de Amnistía tampoco se podía juzgar a los verdugos”, se lamenta.
La denuncia de Pacheco, que ha contado con la colaboración de la Fundación 1º de Mayo para preparar la documentación histórica, es un hito que abre un camino para que nuevos casos sean investigados. “Se van a presentar más querellas”, asegura Pacheco. “Cuantas más querellas haya, más difícil lo tendrán los jueces para echarlas atrás”.
Un largo camino
Para Pacheco, su paso por la DGS tuvo una impronta que llega hasta hoy. “Cuando presenté la querella, me hicieron un peritaje y me dijeron que tengo estrés postraumático”, asegura. “Y una de las características es que olvidas. Yo tengo flashes de aquella época, pero lo metes en una cápsula en tu cerebro para olvidarlo. Porque tienes que vivir toda la vida con ello”.
Tras el centro de torturas, fue enviado a la cárcel de Carabanchel, donde estuvo detenido hasta diciembre de 1975. Al final lo condenaron a dos años y medio – de los 30 que pedían en un primer momento- sólo por propaganda ilegal, pero Pacheco perdió su beca y tuvo que dejar la universidad. Así que se volcó de nuevo en su militancia y marchó a Valencia. “Yo quería seguir militando. No había conseguido nada, había que seguir”.
Durante muchos años, Pacheco no supo quiénes habían sido sus torturadores y no pudo denunciarlos. Hasta que un día vio en los medios a uno de ellos, ‘El Alemán’, como lo conocían las víctimas que pasaban por la DGS, porque siempre “estaba muy rojo”. Pacheco supo entonces que El Alemán había prosperado en el Cuerpo Nacional de Policía y que se había convertido en un personaje siniestro involucrado en numerosos casos de corrupción: el comisario José Manuel Villarejo. “Entonces era un torturador sin más. Era un poco un aprendiz, tendría unos 24 años”. Durante los años siguientes, Villarejo se convertiría en un brazo ejecutor de encargos ilícitos para políticos, empresarios, jueces y periodistas, según los diversos casos en los que está acusado.
Pero Pacheco lo recuerda como uno más. “Era igual que todos. Actuaban como grupo. Formaban ruedas y te pegaban entre 8 ó 9”, explica. “Los de la Brigada Político Social eran mercenarios, actuaban por dinero. Cuando detenían a alguien, cobraban más, y punto”.
Gracias a la denuncia de otra víctima pudo identificar a otros tres de sus verdugos: Álvaro Valdemoro, José Luis Montero Muñoz y José María González Reglero. Ahora, Pacheco espera que la querella continúe y que los cuatro se sienten en el banquillo como acusados. Y que su denuncia no sea sólo la primera en ser escuchada, también la primera en ver una condena.