¿Contribuye la digitalización a la construcción de mejores entornos laborales?

La tecnología se presenta como una promesa para afrontar la mayor parte de los grandes desafíos de nuestra sociedad

CLAUDIA NAROCKI

La enorme capacidad actual de computación y de tratamiento de datos está posibilitando la digitalización de numerosos procesos y operaciones, tanto en el terreno industrial como en el de servicios. El ritmo de la digitalización se acelera y seguramente se va a incrementar como resultado de los paquetes de estímulo que provienen de los fondos europeos.

Según el gobierno español, gracias a la digitalización se podrán atajar diversos problemas que vienen de lejos: aliviar la dependencia energética y emprender la transición ecológica, transformando el tejido productivo; solucionar el viejo problema de la baja productividad de la economía española, pasar a ser una potencia económica de primer nivel e incrementar el empleo, reducir la brecha de género y la brecha territorial, etc…. La tecnología, en suma, se presenta como una promesa para afrontar la mayor parte de los grandes desafíos de nuestra sociedad. 

La digitalización está teniendo grandes impactos en el mundo del trabajo. El ejemplo que acude a la mente de mucha gente es el de las grandes multinacionales tecnológicas. Entre estas, destaca la empresa Amazon, cuya gestión logística, que aplica la inteligencia artificial y robótica, le ha permitido un crecimiento exponencial de ventas y beneficios. Tal es la eficacia de sus procesos que algunos observadores opinan que el desarrollo de la capacidad de planificación logística representa un verdadero logro civilizatorio que podría servir para el desarrollo de la planificación que requeriría una sociedad postcapitalista. De momento, sin embargo, estos logros se hacen “a expensas de las vidas, salud y seguridad de sus trabajadores”. Esta empresa presenta tasas de accidentes de trabajo muy superiores a las de sus competidores; aplica despidos disciplinarios a quienes se quejan de las condiciones de trabajo, además de represión sindical. Sus empleados están sujetos a ritmos de trabajo frenéticos y a una supervisión muy estrecha, con sanciones a las/os trabajadores que no alcanzan mínimos de productividad, y la gestión del personal está regida por oscuros algoritmos. Ante este último aspecto, el Estado de California ha legislado la obligación de que los algoritmos se hagan transparentes. 

Otras empresas de la economía online bajo demanda (la gig economy) se asientan sobre la externalización y califican a sus trabajadora/es como autónomos, falsos o no. Los negocios se sustentan en largas jornadas de trabajo mal pagadas, y la falta de contrato de trabajo sirve a los empleadores para esquivar la aplicación de la normativa laboral, incluida la de prevención de riesgos laborales.

El tecno-optimismo respecto a la digitalización laboral defiende la posibilidad de aprovechar la oportunidad de la digitalización para crear lugares de trabajo saludables y seguros, o al menos para lograr proteger a las personas ante los peligros para la salud y seguridad. Se apunta, por ejemplo, que la digitalización podría servir para retirar a las personas de los lugares de trabajo muy peligrosos (como pueden ser los espacios confinados, túneles, trabajos en altura, etc.). 

Cuando no se pueden evitar los riesgos, se pueden usar sensores y cámaras con algoritmos de aprendizaje para controlar en tiempo real las condiciones de riesgo (por ejemplo, fugas de productos químicos o que capten si aparecen condiciones para un accidente). La digitalización facilita la extensión del uso de dispositivos portables (en inglés, “wearables”) que incorporan sensores capaces de vigilar indicadores biológicos de la salud del personal (como temperatura, ritmo cardíaco, etc.) o equipos de protección personal inteligentes que pueden alertar de problemas que comprometen la seguridad y la protección de las personas que los llevan, etc. Al reconocer una situación peligrosa o condiciones biológicas peligrosas, los sistemas darían la alerta de forma inmediata a la propia persona expuesta, a las personas responsables de la seguridad o al departamento responsable, para dar lugar a adaptaciones preventivas. 

Recabar datos masivos y procesarlos mediante inteligencia artificial podría ayudar a los profesionales de la prevención a tomar mejores decisiones, ofreciendo una mejor protección de la salud y seguridad. La digitalización es presentada también como capaz de mejorar la ergonomía: mediante exoesqueletos se podría preservar la diversidad y mantener en su puesto de trabajo a trabajadoras/as que padecen trastornos musculoesqueléticos, prolongando su vida laboral. La digitalización, se dice, podría incluso ayudar a mitigar ciertos riesgos psicosociales como el trabajo en solitario, mediante el uso de software de interfaz. 

Una amenaza, más que una promesa

La realidad es que la digitalización representa, para muchas personas, a corto plazo, más una amenaza que una promesa. En particular, respecto al propio empleo: los beneficios potenciales de la digitalización para la salud laboral se diluyen en un contexto de amenaza al empleo, desregulación e individualización de las relaciones laborales, que dificultan el sindicalismo y la defensa de las condiciones de trabajo en las empresas. 

En el terreno de las políticas para proteger la salud laboral, hay que partir del hecho de que el edificio de la prevención de riesgos laborales tiene ya sus patas muy debilitadas: la mayor parte de las decisiones empresariales no se analizan bajo el prisma de la salud, los servicios de prevención ajenos apenas conocen los riesgos de las empresas y las mediciones que se hacen apenas se usan para eliminar o controlar los riesgos, especialmente en el terreno de la salud. Y la vigilancia de la salud laboral es una asignatura pendiente, situación que posibilita que el reconocimiento de las enfermedades profesionales siga cayendo.

El gobierno señala la necesidad de “un debate” sobre el “humanismo tecnológico” y de desarrollar “un marco ético que garantice los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos”. ¿Es esta “prevención” de base ética, suficiente para proteger la salud, seguridad y bienestar en el trabajo? Para que el desarrollo tecnológico contribuya positivamente a construir la salud de las personas en su trabajo y así para la salud de la sociedad en general, y evitar que vayamos hacia escenarios distópicos, se necesita identificar áreas de acción para la salud en el trabajo, y adoptar políticas públicas que conduzcan hacia el trabajo decente, la remuneración justa, el bienestar laboral y comunitario. 

Para abrir ese tipo de debates, sin embargo, es necesario abandonar la perspectiva fatalista que defiende que el avance tecnológico no debe ser parado ni ralentizado pues si se le pone (¿demasiadas?) cortapisas, correríamos el riesgo de quedarnos atrás. Siendo el último tren, hay que elegir entre subir o renunciar a viajar. Esto no debería ser así.

El impacto de la digitalización en la salud laboral ¿positivo o negativo?

Centrándonos en el ámbito específico de lo que se suele denominar “factores de riesgo laboral”, existen ya muchas investigaciones e informes de instituciones que analizan el impacto de la digitalización y los cambios asociados a este proceso. Respecto al impacto en el entorno físico del trabajo, se analiza el impacto de nuevos materiales, energías, y nuevas formas de interacción con equipos de trabajo y herramientas, así como nuevas formas de exposición a materiales tóxicos, etc. Además, está recogido el impacto de las nuevas formas de organizar y supervisar el trabajo; tanto respecto a los riesgos psicosociales como ergonómicos, etc. Por otra parte, se reseña cómo estos desarrollos podrían ser facilitadores de la reducción de exposiciones de riesgo.

Además, con la introducción de las nuevas tecnologías digitales están cambiando diversos aspectos que afectan a la calidad y naturaleza del trabajo como su ubicación territorial. Se suman las posibilidades abiertas por las tecnologías que habilitan el teletrabajo y las tendencias derivadas de la globalización, incidiendo en la división mundial del trabajo, y el papel que tienen las grandes multinacionales digitales. Respecto a estas realidades, preocupan los horarios de trabajo, la duración de la jornada, los horarios dictados por la disponibilidad total que tienen las máquinas (que permiten el aumento del trabajo nocturno, que es un cancerígeno reconocido y también causa de otros impactos en la salud), etc. así como la salud psicosocial y la ergonomía.

¿Estas realidades laborales vienen “dictadas” por la digitalización? ¿En qué medida los impactos negativos se pueden controlar? ¿se pueden hacer bajo el paraguas de la normativa vigente, con el mero el refuerzo de las instituciones existentes, para su cumplimiento? Estas preguntas necesitan urgente respuesta; aquí solo presentaremos algunas consideraciones.

Para evitar que vayamos hacia escenarios distópicos

Los logros técnicos de la digitalización podrían, desde el punto de vista técnico, ayudar a hacer el trabajo más seguro y saludable, y crear condiciones para el bienestar laboral. Pero también tienen capacidad de producir el efecto contrario, especialmente en la medida en que alteran las propias condiciones para la participación de las y los trabajadores en los centros de trabajo, y opinar acerca de las estrategias de implementación de las TH-TIC en el centro de trabajo e influir en la adopción de las mejores opciones para el desarrollo humano en el trabajo.

No solo el “mercado” presiona para la rápida incorporación de novedades. La pandemia ha incrementado el ritmos de digitalización en muchos sectores, y ahora hay un empuje a la innovación como imperativo para acceder a los paquetes de fondos europeos (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y similares) que deben colocar a España, y a Europa, en la primera línea tecnológica. 

Hay colectivos especialmente en riesgo, como podrían ser las y los trabajadores de más de 45 años que ante el propio incremento del ritmo de cambio tecnológico, las novedades constantes, puede sufrir consecuencias negativas para la salud y la seguridad, como sufrimiento, «tecnoestrés», sobrecarga de trabajo, errores humanos, etc. Y por sus previsibles reducciones de empleo, que puede afectar principalmente a las personas con menor formación.

Está claro que los avances científicos y tecnológicos no necesariamente se traducen en bienestar en el trabajo; la mejora de las condiciones de trabajo no es un proceso ‘natural’. En las empresas, la incorporación de los cambios tecnológicos, incluido el ritmo, debería ser objeto de consulta con las y los trabajadoras/es y sus representantes, para que se asegure que las personas mantengan siempre el control del proceso de trabajo y de la carga de trabajo, y lograr que las capacidades funcionales y analíticas de la robótica y la IA complementen las capacidades de los trabajadores que interactúan con ellas. 

A nivel de las políticas, para que la adopción de las nuevas tecnologías conduzca a un futuro brillante, en el que se aprovechen para la mejora en las condiciones para la salud, seguridad y la vida de las personas, se debería mantener una vigilancia respecto al impacto en la salud laboral, aplicando criterios de valoración de todas las disciplinas preventivas a la vez: seguridad, higiene, psicosociología del trabajo, ergonomía y medicina del trabajo.

La capacidad de un trabajo sindical en salud laboral, y en particular de las y las/os delegadas/os de prevención en las empresas, especialmente la más pequeñas, se ve amenazada por el trabajo por cuenta propia y el empleo irregular. Se debe proteger a las personas que (debida o indebidamente) son tratadas como autónomas, quedando fuera de la aplicación de la reglamentación vigente para la salud y seguridad.

Fuera de las empresas, se necesita seguimiento y prospectiva estratégica: incesante labor de seguimiento e investigación, para tomar nota de los problemas, proponer soluciones preventivas y traducción de estas en políticas públicas. 

Si el desafío de un mundo digital es preservar, respetar y desarrollar el desarrollo humano y social a corto plazo, las instituciones y actores de la prevención deben hacer frente a estos desarrollos y contribuir a encontrar soluciones para el personal en las empresas más pequeñas con recursos limitados y con empleo no estándar. Los poderes públicos tendrán que transformar o crear nuevos mecanismos e instituciones del trabajo para proteger la salud, la seguridad y el bienestar de las personas en su trabajo. 

La regulación debe ser actualizada para dar apoyo a la representación de las y los trabajadores en el marco de la empresa, terreno en el que se construye la salud de los trabajadores. 

Las debilidades del marco normativo de la prevención se acumulan y generan una situación de total desprotección para amplias capas de trabajadores. La alteración de las condiciones para la aplicación de la normativa de prevención debe tener respuesta. 

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