El ascenso del volumen de voto a los diferentes partidos que componen lo que denominamos “extrema derecha” es un hecho incontestable. En estos momentos, un número de países nada desdeñables presentan gobiernos que tienen el apoyo directo o indirecto de los partidos de extrema derecha. Así, fueron gobierno en países como EEUU o Brasil, son parte de los gobiernos actuales de cinco países de la Unión Europea (Italia, Hungría, Finlandia, Polonia y Letonia), y le presta el apoyo parlamentario necesario al actual ejecutivo de Suecia, o a un volumen importante de Comunidades Autónomas o Ayuntamientos en España. A esto debemos unir que, en la mayoría de países el voto de la extrema derecha se sitúa entre el 10% y el 20% en las citas electorales, un porcentaje que resultaba impensable solo hace algunos años. No podemos olvidar tampoco la repercusión que tiene en la derecha tradicional este resurgir del ideario posfascista y como en muchos casos optan por radicalizar su discurso y sus políticas precisamente para evitar la pérdida de voto hacia estos partidos de extrema derecha. Es el caso, por ejemplo, del Partido Popular en España.
Pero, ¿es esta ultraderecha semejante a los distintos tipos de fascismo que emergieron en los años 20 y 30 del siglo pasado? Y, sobre todo, ¿presentan rasgos semejantes en sus discursos políticos las extremas derechas actuales? El objetivo de este dossier es precisamente reflexionar sobre estas preguntas. Ese es también el objetivo del Congreso que la Fundación 1º de Mayo celebrará los próximos 27 y 28 de octubre en Valencia, evento que inspira este dossier y que lleva el mismo nombre que el título de este artículo: "Sociedad, derechos y extrema derecha". La sombra del capitalismo en el siglo XXI.
No cabe duda de que existen algunas similitudes entre los discursos fascistas de la primera mitad del siglo XX y los actuales. El nacionalismo exacerbado, el racismo, la lucha contra los sindicatos de clase, o el anticomunismo, son algunos rasgos que se mantienen y que conforman lo que Traverso denomina “la matriz fascista” que presentan las ideologías posfascistas actuales. Sin embargo, aparecen otras cuestiones que conforman su discurso político como son la oposición radical al movimiento feminista, una declarada LGTBI-fobia, unas actitudes xenófobas e islamófobas, o contrarias a cualquier policía ecológica. De la misma forma, cabe resaltar algunas diferencias con aquellos fascismos, entre las que resaltamos el ultraliberalismo que en estos momentos puebla la mayor parte de los programas políticos de la ultraderecha, o una puesta en escena que, al menos hasta ahora, evita una estética alejada del militarismo o una retórica de homogeneización social. Hoy la ultraderecha no piensa en la construcción de un “nuevo hombre”, sino que, por el contrario, disfraza sus pretensiones políticas con palabras como libertad, individuo o capacidad de elección.
Pero lo que muestran con claridad los artículos que se desarrollan en este dossier es que las ultraderechas, con mayor o menor intensidad, están en proceso de formación y que, por lo tanto, todavía es demasiado pronto para saber su verdadero alcance, hasta dónde pueden llegar y cómo se van a adaptar a las circunstancias sociales y económicas actuales, cómo en último extremo se va a desarrollar esa matriz fascista que forma parte de su esencia.
Lo que sí parece una obviedad es que no podemos confundir ni simplificar la emersión de esta nueva ola conservadora con aquellas viejas extremas derechas que conformaron el fascismo, el nazismo, o el franquismo,…, aunque tengan claras conexiones con ellos. El marco social, político y económico es radicalmente distinto. La globalización, el neoliberalismo, la digitalización, los problemas ecológicos, la precariedad laboral, los movimientos por la igualdad de género o la conformación geopolítica actual, marcarán cómo se insertarán y cómo evolucionarán las ideas posfascistas.
No cabe duda que esta irrupción de la extrema derecha a nivel planetario tiene su germen no solo en ciertas ideas recurrentes, como puede ser el concepto excluyente de nación o religión, una visión policial y autoritaria del orden social o en el mantenimiento de la jerarquía social y las diferencias de clase, sino también con problemáticas actuales derivadas de las políticas neoliberales que se han impuesto en la mayor parte de países de la OCDE a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, y que han conllevado, entre otras, un empobrecimiento de los Estados y por lo tanto de su capacidad de actuación en términos socioeconómicos, un proceso de desregularización de las relaciones laborales que ha aumentado el nivel de inseguridad y vulnerabilidad de la fuerza de trabajo, un aumento de las desigualdades y la pobreza relativa y, sobre todo, un fortalecimiento de ese individualismo egoísta, tirano, como señala Eric Sadin, frente a lo social y lo solidario. Es en esta dinámica de deslocalizaciones productivas, de movimientos migratorios masivos, de reducción del Estado del Bienestar, de insuficiencias salariales, de precariedad laboral, de problemas de acceso a la vivienda y al consumo de productos y servicios básicos, de incertidumbre laboral ante el colapso ecológico, o de la puesta en duda de los elementos que han conformado la dinámica patriarcal,… donde las visiones de la ultraderecha germinan. De hecho, se debería resaltar y estudiar los vectores de causalidad que se establecen entre la hegemonía de las políticas neoliberales, aceptadas por las mayorías políticas y sociales, y el resurgir de la extrema derecha.
Pero no sólo es necesario delimitar con claridad a qué nos estamos refiriendo con los términos ultraderecha, posfascismo, extrema derecha 2.0, o neoliberalismo autoritario, sino cómo las ideas progresistas pueden enfrentarse a estas posiciones que ponen en peligro a medio plazo la estabilidad democrática, los derechos sociales o las políticas igualitarias. Para ello es necesario conocer y desenmascarar las falacias que pueblan sus discursos políticos. Da la sensación de que de los tres elementos básicos que, según Aristóteles, delimitan la capacidad de persuasión de la retórica política, el logos, el ethos y el pathos, solo uno, el pathos, aparece como eje esencial en el que se apoya el discurso neofascista, negando o debilitando los otros dos. La llamada al sentimiento nacional, racial, religioso, patriarcal,... es uno de los rasgos básicos de esa ultraderecha que niega la diversidad y los derechos sociales y laborales básicos, que niegan las posibilidades de una vida digna para las mayorías sociales, y que pone clarísimamente en peligro los propios derechos humanos.