Cómo y porqué ocurrió el caso Ardystil

 Diez años después Ardystil puso en evidencia que la actividad económica no regulada y la precariedad laboral son una fuente de riesgo

RAFAEL GADEA. Gabinete de Salud Laboral CC.OO.PV

Diez años después de la intoxicación masiva que sufrieron los trabajadores y las trabajadoras del sector de la aerografía textil en la comarca valenciana de l’Alcoià-Comtat, quizá la única nota positiva a destacar sea la de que la industria se ha transformado mejorando las condiciones de trabajo tal como reconocen tanto empresarios como sindicatos. Por lo demás, la Generalitat Valenciana ha fracasado en el intento de dar una explicación cabal de lo sucedido, la justicia tiene pendiente la depuración de responsabilidades y los afectados ya sólo esperan la celebración del juicio para acabar con lo que para muchos ha sido una pesadilla.

Este podría ser el breve y lacónico resumen de una larga y compleja historia de la que interesa rescatar algunos de sus rasgos definitorios. Ardystil ha sido el paradigma de un estado de cosas, de muchas actitudes y de muchos fracasos relativos a la salud laboral en nuestro país.

El llamado síndrome Ardystil, como suele ser habitual en buena parte de las situaciones de riesgo, es la conjunción de una serie de factores: una determinada combinación de productos químicos peligrosos en el ambiente, una forma de aplicación inadecuada en ausencia de equipos de aspiración, una falta de formación e información, una falta de garantías sindicales. En definitiva unas pésimas condiciones de trabajo. Por eso la evaluación de riesgos en el lugar de trabajo nunca debería ser el mero ejercicio de identificar y medir factores aislados sino la formulación de un diagnóstico de la situación que permita generar hipótesis de riesgos y proponer alternativas preventivas.

Ardystil puso en evidencia que la actividad económica no regulada y la precariedad laboral son una fuente de riesgo, lo incrementan y dificultan el desarrollo de las políticas preventivas. La epidemia de afectación pulmonar ocurrida en el textil alcoyano sólo puede comprenderse en el contexto económico y social en que se dió. En palabras de un dirigente sindical de la zona ‘un marco económico industrial en un momento de crecimiento del desempleo y de incremento de la precariedad que ha sobrepasado el 50% de la población ocupada, con una economía sumergida creciente, falta de formación y desconocimiento de los riesgos laborales‘.

La actividad del aerografiado textil (pintado a pistola) era un proceso básicamente manual, de relativa nueva implantación en la zona. Para muchos trabajadores, la mayoría muy jóvenes, suponía el primer empleo en empresas pequeñas, en ocasiones sin alta en la seguridad social, sin medidas de prevención y con un gran desconocimiento de los riesgos. La empresa Ardystil había sido sancionada y había cesado la actividad para más tarde reanudarla sin permiso de apertura en unas instalaciones absolutamente inadecuadas.

También se puso de manifiesto que la identificación y después el control del riesgo encuentran un obstáculo formidable en las actitudes e inercias empresariales y de la propia Administración Pública que tienden a ignorarlo y después a minimizarlo u ocultarlo con la excusa de no poner trabas a la actividad económica. Diversas visitas de la Inspección de Trabajo a la empresa Ardystil antes de la intoxicación ‘ignoraron‘ las condiciones de trabajo existentes. Una trabajadora relataba: ‘nos poníamos las mascarillas cuando venía la Inspección de Trabajo, pero si no nos las poníamos tampoco pasaba nada‘. Pasaron dos meses desde la primera muerte de una trabajadora hasta que actuó la Inspección de Trabajo. Mientras tanto responsables del departamento de trabajo declaran que los productos utilizados ‘no presentan problemas manejados en las debidas condiciones….se trata de productos homologados… los análisis de las muestras encontradas no dan proporciones de productos tóxicos que pudieran suponer riesgo‘. En pocos meses habían perdido la vida seis personas y más de un centenar eran hospitalizadas para ser diagnosticadas y tratadas.

Los empresarios se exculpan con el expediente de atribuir el riesgo a la negativa de los trabajadores a usar las mascarillas de protección (que por cierto no servían de nada, puesto que se trataba de simples mascarillas contra el polvo). Cuando interviene la autoridad laboral para vigilar las condiciones de trabajo y decretar algunas paralizaciones de actividad los empresarios presagian el colapso del sector textil en la zona. Y efectivamente meses más tarde la autoridad laboral prohíbe definitivamente la actividad, pero la industria sufre un proceso de reconversión, se moderniza, introduce nueva tecnología, se hace más competitiva y resurge fortalecida.

Por último, el caso Ardystil fue un banco de pruebas del estado de nuestra democracia en el que se puso de manifiesto la falta de transparencia informativa, de sensibilidad y de confianza de los poderes públicos hacia los afectados. Los sindicatos en representación de los trabajadores y la asociación de afectados que se formó con el apoyo de CCOO PV, en todo momento se vieron obligados a mantener una actitud exigente para poder ser atendidos en sus derechos de información y participación. A duras penas consiguieron el reconocimiento de Enfermedad Profesional para los afectados. La pretensión básica de justicia y reparación de los daños ocasionados, diez años después, todavía espera su satisfacción.

Las autoridades intentaron en un primer momento presentar el caso Ardystil como un problema localizado en una sola empresa. Tuvieron que pasar varias semanas aumentando hasta cincuenta el número de afectados para darse cuenta de la envergadura de lo que estaba sucediendo y proceder a inspeccionar todas las empresas del sector con el resultado de cierre inmediato de las secciones de aerografía en seis de ellas.

Rafael Terol, presidente de la Asociación de Empresarios Textiles en aquel momento, criticó dicha orden de cierre por ‘el colapso y las pérdidas‘ que podía originar en el sector de la comarca. Hoy reconoce que la cosa no fue para tanto: Los empresarios desde el primer momento quisimos saber qué había pasado. No lo supimos, la causa no se averiguó. Se buscó responsabilidad en Bayer pero todos los envases llevaban indicación de modo de empleo. Lo segundo es que pedimos que mandaran docenas de inspectores para que las empresas fueran inspeccionadas de forma simultánea. En el plazo de una semana, me atrevería a decir, la mayoría estaban ya funcionando. No tuvo importancia la pérdida de unos días de trabajo, vamos, no causó ningún trastorno ni ningún problema a la industria.

Reconoce este representante de la patronal textil alcoyana que con quien no se han saldado bien las cuentas es con los afectados: Queda la secuela de la gente, sobre todo los afectados. Dicen que no se ha hecho justicia y eso yo no puedo negarlo. No se ha hecho la definición, no sabemos las causas, ni se ha investigado, ni ha habido sanciones si es que hubo necesidad o motivo para imponerlas. Pero mi impresión es que no lograremos averiguar cuál fue la causa. Tendría que haber algo para poder examinar, pero eso hoy ya no existe. Si hubo causas han desaparecido.

Y, aunque admite que muchas veces los empresarios no saben cómo hacer bien la prevención, afirma su disposición personal a arrimar el hombro para lograrlo: No queremos evitar responsabilidades. Lo que queremos es que no sucedan estas cosas, porque no es humano. Podemos estar muy contentos de ganar la copa mundial de fútbol pero ganar la copa de la siniestralidad a mí no me seduce en absoluto. Y eso hay que combatirlo entre todos. Ahora mismo hemos publicado un manual de prevención de riesgos laborales en la industria textil para los empresarios junto a unos manualitos de bolsillo para que cada trabajador conozca cómo evitar los riesgos de acuerdo con el oficio que desempeña. No se trata de saber quién tiene más o menos culpa sino que vamos a ayudar todos a que esto no ocurra…

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