Gobierno de españa - ministerio de trabajo migraciones y seguridad socail

"Para nosotras los muertos no son cifras"

Hablamos con Juani Peñafiel, responsable del sector de residencias y centros de día privados y concertados en la Federación de Sanidad y Servicios Sociosanitarios de CCOO-Madrid
Sáb, 18/04/2020 - 17:38
BERTA CHULVI
Dossier

Las trabajadoras de las residencias son personas. La afirmación parece gratuita pero no lo es en absoluto. Esta sociedad hipócrita que ha mercantilizado los cuidados e ignorado durante décadas las denuncias de los sindicatos sobre la precariedad laboral en las residencias de mayores, mira ahora horrorizada esos centros en los que la pandemia ha hecho estragos. Los presenta como espacios deshumanizados, en un relato simplificador, que invisibiliza el sufrimiento de las trabajadoras cuando no las culpabiliza. Hablamos con Juani Peñafiel, gerocultora y responsable del sector de residencias y centros de día privados y concertados en la Federación de Sanidad y Servicios Sociosanitarios de CCOO-Madrid.

silla de ruedas vacía

El foco mediático sobre las residencias de mayores ignora, cuando no niega, los vínculos emocionales que sus trabajadoras tienen con quienes han estado bajo su cuidado. Su esfuerzo diario sobrehumano está siendo invisibilizado en una sociedad que antes no quería ver nada de lo que allí ocurría y que ahora sólo atiende al horror. Doblemente machacadas, sin protección frente al virus y con la autoestima por los suelos, allí siguen, en primera línea de la pandemia, las diezmadas plantillas de las residencias de mayores. Acudiendo cada día con el dolor y con el miedo a cuestas. Con la frustración de no llegar a todas las personas que conocen desde hace mucho tiempo. A ellas nadie les aplaude, es más, se las ve como cómplices de una situación inhumana cuando realmente son  víctimas: “Para nosotras los muertos no son cifras. Te voy contar lo de los cadáveres para que lo entiendas” me dice Juani Peñafiel en un momento de esta entrevista. Y claro que lo entiendo.

Juani Peñafiel es una delegada sindical de CCOO que mantiene estrecho contacto con más de 500 trabajadoras y trabajadores de residencias de la Comunidad de Madrid. Tiene con ellas un contacto telefónico muy estrecho. Tanto para escucharlas en su desazón como para tratar de intentar resolver sus problemas. El contacto con las trabajadoras y con las direcciones de las empresas es una lucha a brazo partido exigiendo EPIS, exigiendo más personal, exigiendo test. Con una mano en el teléfono que la conecta con el sector y la otra en el teléfono que la conecta con Rosa Muelas, la secretaria de Salud Laboral de la Federación de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de CCOO-Madrid. Juani trata de sostener a un colectivo que se enfrenta una exposición a riesgos biológicos y psicosociales sin precedentes: “Con Rosa averiguo los protocolos de protección que se han de seguir en cada caso. A veces conseguimos que las empresas introduzcan las medidas de protección que reclamamos por escrito para que quede constancia, pero no están haciendo ni la mitad de lo que deben hacer. Cuando ya no hay nada que hacer, el sindicato acude a la inspección. Ahí es cuando Maria José Frontino, responsable de sanidad privada de la Federación, es una persona fundamental. Todo esto es un trabajo en equipo impresionante”. Por esa línea de teléfono que une a Juani con las trabajadoras y a ella con el sindicato, está pasando la vida de unas plantillas en el vértice de la crisis a las que nadie aplaude.

“Mis residentes están cayendo como moscas”

Este texto es un relato y no una entrevista porque lo más importante sucede tras una hora de conversación. Cuando la periodista da por finalizadas las preguntas pensando que su interlocutora está agotada y contra todo pronóstico la entrevistada te dice que no hemos terminado: “Nos queda hablar del sufrimiento emocional que las compañeras están pasando para que entiendas la situación”. Y efectivamente, hay que empezar hablando de eso para que se entienda todo lo demás.

La imagen que nos están transmitiendo los medios de comunicación de las residencias de mayores es la de un lugar terrorífico donde los ancianos están abandonados y en esa situación se presenta a las trabajadoras también deshumanizadas, como si fueran autómatas, cuando no lo son. En ese sector donde los fondos buitre y las grandes empresas hacen negocios no sólo están atrapadas personas mayores y enfermas, sino también quienes les cuidan por 900 euros al mes. Lo que se mueve en la caja de esas empresas privadas o concertadas es dinero, pero lo que circula entre trabajadores y ancianos son afectos, emociones, palabras, tacto. Si no fuera porque las personas que trabajan en las residencias, mayoritariamente, derrochan humanidad allí donde la sociedad sólo ha puesto olvido y negocio, hace mucho tiempo que todo hubiera saltado por los aires.

citaEn los mensajes de desespero y angustia que se acumulan en el whatsApp de Juani, las personas fallecidas reciben el nombre de “mis residentes”. Mientras hablamos, y para que yo entienda lo que está pasando, Juani me reenvía un mensaje de uno de sus compañeros: “No puedo más Juani. Están cayendo como moscas mis residentes que estaban bien. Y los Dues están cayendo porque están las 24 horas del día. Esto es desesperante. No sé qué hacer. Estoy destrozado”. En la residencia de este compañero han fallecido 37 personas de los 170 usuarios. En otra 73 sobre 160 usuarios. En otra 50 de 214 usuarios.

En estos momentos, las trabajadoras de esas residencias no sólo están expuestas al riesgo biológico, no sólo viven con la angustia de no saber si son ellas las que llevan el virus, sino que están expuestas a un contacto brutal y desproporcionado con la muerte de aquellos a quienes han cuidado durante mucho tiempo. Para ellas quienes mueren no son cifras, son personas de las que conocen sus nombres propios y muchas veces toda su historia. “No es lo mismo cuando fallece alguien que conoces que alguien que no conoces. A mí no me impacta lo mismo si fallece uno de los residentes que yo cuido o una persona de otra planta a quién yo no conozco” explica Juani. Y cuando te lo cuenta, recuerda hasta el nombre y el apellido de una persona que ella atendía hace años en la residencia. Y lo dice sin darse cuenta, en medio de su relato, porque los tiene integrados en su vida emocional.

“No son nuestros familiares pero tenemos muchos vínculos emocionales con ellos porque les cuidamos cada día y somos humanas” explica Juani. La semana pasada me llamó una trabajadora, que es delegada de prevención, para decirme “Juani, no puedo más, no te puedes ni imaginar lo que es esto. He entrado en la habitación de Carmen, que está muy malita, que ella sabe que está malita, que pasa algo raro pero nadie le ha dicho nada. Me miraba con ojitos de me estoy muriendo y no tengo aquí a mi familia”. Cogí el teléfono y llamé a su familia para que hablase con ellos. Pero es que dos habitaciones más allá hay otro que también esta malito y no he podido pasar. Y es que no llegamos Juani, porque te agarran la mano y no te sueltan. Y no podemos darles ese calor que necesitan porque te tienes que marchar”.

“Esto va a pasar mucha factura” dice Juani cuando acaba de reproducir la conversación con su compañera. Y efectivamente lo sabemos. Sabemos que toda esa tristeza en los cuerpos de las trabajadoras y de los trabajadores les va a pasar factura. No es sólo el riesgo biológico al que están expuestos. La exposición a riesgos psicosociales es brutal. Y hemos de tener en cuenta que hablamos de un colectivo que el año pasado registró -cómo denunció CCOO- un consumo importantísimo de antinflamatorios para poder acudir a trabajar porque la exposición a riesgos ergonómicos es tremenda y los dolores musculoesqueléticos son muchas veces insoportables.  

citaEsas trabajadoras que antes ya estaban sometidas a unas exigencias cuantitativas muy elevadas y que denunciaban una y otra vez la escasez de recursos, ahora se enfrentan a una situación indescriptible porque no se han reforzado las plantillas: “Con menos personal que antes ahora tenemos más carga de trabajo porque ahora están todos los residentes en sus habitaciones. Todas aquellas personas mayores que comían juntas en un comedor se encuentran aisladas en sus habitaciones. Antes tu podías ir de una mesa a otra para ver quién necesitaba ayuda y quién no. Ahora tienes que repartir bandejas por las habitaciones. Además, no podemos ayudar a que todos los residentes coman adecuadamente porque no tenemos personal para llegar a tanto. No te puedes pasar por todas las habitaciones y te vas a casa  sabiendo que no han comido bien. ¿Con qué moral se va a casa una auxiliar sabiendo que no ha podido llevar el vaso de agua a un residente? No olvidemos que estamos atendiendo a personas que están limitadas en movimientos. Todo eso nos lo llevamos a casa, sin saber si nos llevamos también el virus y se lo pegamos a los nuestros. Al día siguiente volvemos sin saber si les llevamos el virus a ellos. Somos personas y nos duele. Y tenemos miedo, claro que tenemos miedo”.

El punto de vista de estas trabajadoras no tiene nada que ver con el de sus empresas, pero la mirada mediática que censura lo que está pasando en las residencias no distingue entre unas y otras. “Las direcciones querían que llamáramos a los residentes de doña y don. ¿pero de qué estamos hablando? ¡Si ellos lo que quieren y lo que te agradecen es cariño! Si ellos te cogen la mano y te dicen: es que eres como mi nieta. Ellos lo que necesitan es una cercanía. ¿Qué les llames de don y doña a los residentes va a dar categoría a una residencia? Pues no. Lo que le da categoría a una residencia es que le pongas un plato de pescado en condiciones”. Escuchando a Juani se entiende perfectamente como son los lazos que estas trabajadoras crean con los residentes: “Es que somos personal sociosanitario. Efectivamente. Para lo sanitario estamos, pero para lo social también, porque es importante. Lo social es la vida para esas personas. Y nosotras lo damos, aunque a veces esté mal visto por las direcciones de los centros que no entienden nada de cómo funciona realmente la vida allí y sólo se preocupan por aparentar. Venden atención personalizada ¿pero qué significa eso? No tienen ni idea. Las que saben lo que pasa en los centros son las trabajadoras”.

“Hay trece residencias intervenidas por la Comunidad de Madrid y no ha cambiado nada. Todas las intervenciones son de cara a la galería. Lo único que hemos notado es que pasa por ahí, de vez en cuando, las personas designadas por la Administración para hablar con la dirección del centro, pero sigue faltando mano de obra, con los EPIS estamos en las mismas condiciones, etc.” lamenta Juani. El desprecio que las empresas han mostrado siempre hacia estas trabajadoras que son la base de la pirámide en las residencias de mayores ahora se ha mostrado con una crudeza brutal. “La situación que teníamos antes era mala, pero ésta es terrorífica y todo recae sobre las espaldas de trabajadoras precarias a las que las direcciones maltratan económica y socialmente” explica Juani.

“Quítate la mascarilla que vas a alarmar a los enfermos”

Esta frase se escuchó en muchas residencias de mayores de Madrid entre el 16 y el 22 de marzo. Las direcciones presionaron a los trabajadores y trabajadoras que se habían llevado sus propias mascarillas. No fue un caso aislado cuenta Juani. A este menosprecio se enfrentaron muchas trabajadoras de centros de mayores al principio de la pandemia, gente que se había cosido su propia mascarilla para no ir desprotegida. Tanto es así que Juani hizo un vídeo para denunciarlo y recibió muchas respuestas de trabajadoras que decían que ellas habían estado en esa situación: “Una compañera que aún está de baja por COVID-19, me escribió diciendo que la directora de la residencia le había hecho quitarse la mascarilla en el baño delante de todas las compañeras, diciendo que iba a alarmar a los residentes. Luego ella cogió el COVID-19, y lo peor de todo es que cree que se lo ha contagiado a su padre, que vivía con ella, y que ha fallecido hace una semana”. El temor que tienen las trabajadoras y trabajadores de las residencias es tal que no se ven protegidos por sus representantes. Saben que si se niegan a hacer lo que la dirección dice va a haber consecuencias.

cita“Cuando los delegados y delegadas han denunciado la situación en los medios de comunicación, las empresas les han abierto un expediente o les han amenazado a ellos y a toda la plantilla con hacerlo. Conocemos un caso, sucedido en el barrio de Usera, en el que la dirección ha hecho bajar uno a uno al resto de los trabajadores al despacho para que, bajo presión, firmaran un documento diciendo que eso que había denunciado el delegado de CCOO no era verdad. Pero no sólo eso, es que hay direcciones que se permiten acusar a alguno de los trabajadores que han contraído el virus y ya se han recuperado, de ser ellos los que han traído el virus a la residencia. A lo mejor se trata de una persona que tiene un contrato parcial y trabaja en dos residencias y se le acusa de llevar el virus de una residencia a la otra.  Imagínate cómo se siente esa persona que acaba de volver de una baja a su trabajo y se encuentra con que la dirección le hace una acusación de ese calibre. Es un trato inhumano” lamenta Juani.

Esta delegada sindical conoce de primera mano muchas situaciones en las que la falta de respeto hacia las trabajadoras es total: “Tenemos residencias donde hay compañeras que han tenido que doblar, mañana y tarde, para que los ancianos no se quedaran desatendidos. Gente doblando con un pequeño descanso para que no fueran 16 horas seguidas. Pues luego, cuando ha llegado la Semana Santa, una de esas trabajadoras, que ha estado cuatro días en la residencia sin salir - es decir, entró el martes y salió el viernes, quedándose a dormir en la residencia- se encuentra que por ser vacaciones no tiene autobús para llegar puntual a su centro y va a llegar una hora más tarde durante cuatro días. ¿Qué crees que le responde la empresa? Pues que habrá que ver cómo recupera esa hora”. Juani se echa las manos a la cabeza y nosotros también.  Además, a esa residencia fue precisamente a la que CCOO llevó cien pantallas de protección que le había donado una asociación. “Pues con todo eso, ese es el trato que reciben nuestras trabajadoras” concluye Juani.

Los cadáveres no estaban escondidos

citaJuani no puede entender que una ministra diga que se han encontrado cadáveres en una residencia: “¿Se han encontrado? -se pregunta la delegada- se habrían encontrado -responde- si estuvieran perdidos pero estaban en sus camas esperando a que llegara la funeraria” exclama indignada.  “¿Qué clase de profesionales se creen que hay en una residencia que van a dejar que los vivos convivan con los muertos? Es que no era así, es que menudos ineptos lo del ejército y la ministra que lo repitió. No estaban escondidos, estaban en sus camas esperando que viniera la funeraria a por ellos porque en las actuales circunstancias, funerarias que antes tardaban dos horas ahora tardan dos y tres días. ¡pero qué se han creído! ¡que las trabajadoras permiten que se junten los vivos con los muertos! Es que el único sitio donde esas personas podían estar era en su cama, en una habitación”.   Ha habido cuerpos que se han quedado tres y cuatro días en sus camas, nadie “los ha encontrado”, estaban ahí esperando porque no podían estar en otro sitio” concluye Juani indignada porque sabe que eso duele al colectivo de trabajadoras que representa. “Eso ha pasado en todas las residencias porque las funerarias no llegaban a tiempo o cuando llegaban, el furgón que es para seis ya venía con cuatro cadáveres y se llevaba dos, cuando teníamos cuatro fallecidos en la residencia. No sabes lo que nos dolieron esas noticias. ¡Pero oiga, que está hablando de nuestros residentes, de las personas que yo cuido! Cómo vamos a dejar que convivan los vivos con los muertos. Mal por la ministra y mal por el de la UME. Si hubieran preguntado, las trabajadoras lo habrían explicado”.

Estas trabajadoras a la precariedad suman el estigma. Y cuando sale un maltrato en los medios de comunicación se vienen abajo porque a partir de ese momento se piensa que todas son así: “No somos todas así. Yo he bajado a denunciar a la dirección cuando he visto a una trabajadora que hacía algo que no tocaba y la directora la ha despedido. Igual que denunciamos a la dirección cuando es necesario, como sindicato, tantas veces como haga falta”. Para Juani es increíble como los medios de comunicación muestran una foto de tanta fealdad sobre lo que ella y sus compañeras hacen: “yo estoy convencida –señala– que como es el tramo de la vida que está enlazado con la muerte, nadie lo quiere ver bonito porque nadie quiere estar ahí. Por eso tampoco nadie habla de las funerarias. Esos trabajos esenciales. Yo llevo también las funerarias privadas en CCOO-Madrid, y no sabes cómo está esa gente. Han multiplicado por seis las recogidas de fallecidos”.

Tratamos de llegar hasta cada rincón

Juani, como otras muchas personas del sindicato, trata de llegar hasta cada rincón para ver qué está sucediendo en las residencias y quién está más desprotegido. Nosotras vamos haciendo preguntas para ver lo que sucede. Por ejemplo, una mañana preguntamos cómo se está lavando la ropa de los residentes y descubrimos que se están dando los EPIS al personal que está en contacto con los residentes que han dado positivo, pero no a la compañera que está lavando la ropa de los residentes. Cuando escribimos a la dirección, la empresa reacciona, le dan EPIS y cambian el procedimiento. También hemos conseguido que los uniformes del personal no viajen a las casas y se laven en la residencia. Si ella, y otras sindicalistas no estuvieran al pie del cañón, no nos queremos ni imaginar cómo estarían los centros, sin embargo, Juani no es nada triunfalista: “Hemos conseguido poquísimo. Llevamos un mes y seguimos pidiendo EPIS. La primera semana pedíamos EPIS, la segunda más manos, la tercera semana pedíamos test. Y a fecha de hoy seguimos pidiendo EPIS, manos y test”. 

citaTodo esto que sucede es fruto de una mercantilización rabiosa del sector de los cuidados que CCOO lleva décadas denunciando. “En el año 2000 éramos el doble de plantilla. Luego nos vendieron y desde la subrogación se han ido reduciendo poco a poco los recursos. En una planta donde antes había cuatro personas a jornada completa y dos a media jornada, ahora hay tres a jornada completa y nada más”. Ahora aceptamos hacer 25 habitaciones porque la gente necesita trabajar y se doblega: “el resultado si algo sale mal es culpa tuya. Si no las haces, porque te niegas a hacer mal tu trabajo, eres una vaga. Y si lo haces, pero pasa algo, es que tú no lo estabas haciendo bien”. Juani, que ahora está liberada como delegada sindical, se puso a disposición de su empresa como indicó la Orden del Ministerio de Sanidad del 28 de marzo para los profesionales de servicios esenciales , pero la empresa le  ha comunicado que no la necesitan. Ella piensa que no la quieren por allí porque ya hace mucho estando fuera.