“Buenos días bonita, qué bien que has llegado”
Suena el despertador, me levanto de la cama, mi cuerpo no responde. Doy al menos diez pasos hasta que consigo caminar erguida. Tendré que tomarme ya el antiinflamatorio para que en cuanto llegue a trabajar ya no me duela la espalda. Mientras me tomo el primer café del día pienso en que de esta semana no pasa: mañana que libro voy al médico.