Otro de los perfiles feminizados que ha sido esencial durante la pandemia es el de las dependientas en el comercio de productos básicos. Ellas han estado todos los días en primera línea sosteniendo nuestra alimentación y soportando un importante incremento de carga de trabajo y sobre todo de tensión con los clientes. Hablamos con Puri de Euskadi y Ana de Madrid, delegadas de CCOO en Carrefour y Alcampo, respectivamente.

Cuando la población española se lanzó a comprar a los hipermercados como si no hubiera un mañana, los brazos que sostuvieron todo ese miedo fueron los de las cajeras de los establecimientos comerciales. Y ese miedo pesa. No sólo porque has de levantar una cantidad inusual de paquetes de agua o de leche, sino porque lo haces con la tensión de ver que la clientela no respeta la distancias y que la empresa tampoco pone medidas para que esa separación entre personas que en otros lugares parece sagrada, sea real en la cola de la caja de un supermercado.
“La tensión con los clientes que no respetan las distancias en un contexto de sobrecarga de trabajo es muy difícil de llevar” explica Puri, delegada de CCOO en Carrefour. Durante la pandemia, Carrefour ofreció a las personas mayores de 65 años, la posibilidad de hacer los pedidos por teléfono. Puri fue una de las trabajadoras encargadas de preparar esos pedidos: “Estabas en la frutería recogiendo el pedido y veías como los clientes se amontonaban o se colaban sin respetar las distancias. Si les decías algo te montaban una bronca. Algunos clientes se bajan la mascarilla y esa tensión con la clientela ha sido lo peor” explica Puri.
Más trabajo y menos gente
El trabajo se ha multiplicado en los hipermercados y ahí están las cifras de ganancias del sector de la gran alimentación durante la pandemia. Recientemente el grupo Carrefour emitió una nota de prensa afirmando que en España la facturación mejoró un 7,1% durante la crisis sanitaria. Un beneficio que se ha sostenido sobre los hombros de las trabajadoras porque no se ha contratado a más gente: “Al principio de la pandemia no contrataron gente. Cuando ya vieron que las colas eran impresionantes y que en caja nos moríamos, contrataron a algunas personas, pero a partir del abril volvimos a la situación inicial y ahora con la tercera ola no han contratado a nadie, así que hemos estado haciendo frente al extra de trabajo sin personal suficiente y con algunas personas de baja” explica Puri.
A Puri no le hacía falta la nota de prensa del departamento de Carrefour. Ella lo ha vivido en primera persona: “Hacíamos unas cajas increíbles. Veías los carros y no sabías dónde meterte. La persona te decía que estaba haciendo la compra para varios vecinos. Y claro, qué vas a hacer, aguantas y aguantas. Hay gente que ha reventado con crisis de ansiedad o con trastornos musculoesqueléticos” señala la delegada de CCOO. Ana tiene claro que en algunos centro de Alcampo las trabajadoras de caja han pasado de atender 50 compras de media por turno a unas 200: “estamos hablando de que con el mismo personal el trabajo se ha multiplicado por cuatro” afirma la delegada.
La presión ha sido mucha tal y como explica Puri: “Hemos trabajado con una fila única y a destajo. A veces, los jefes se ponían en la fila y te mandaban un cliente cuando aún no habías acabado con el otro. Entonces el cliente se quejaba y te decía: es que el señor que tienes en la puerta me ha mandado a esta caja”.
Con compras de ese tamaño las trabajadoras acaban reventadas: “Terminas la jornada con dolor de espalda, de hombros y de cuello. Y para empezar a trabajar te has de tomar un antiinflamatorio” explica Puri. “No ha habido más bajas – explica Ana- porque nosotras estamos acostumbradas a trabajar aunque nos duela todo el cuerpo. De hecho, todas lo comentamos antes de entrar a trabajar. Cuando coincidimos y empezamos a relatar todo lo que nos duele es un coro a voces. Cervicales, lumbares y brazos se llevan la palma”
A toda esa sobrecargar de trabajo se añade el miedo que las trabajadoras tienen al contagio. Ana explica que en Alcampo su gran lucha ha sido que los clientes que son convivientes no se junten en la caja: “En todas partes hemos estado escuchando que cuando hay dos personas juntas la carga viral se multiplica y el riesgo es mayor. Sin embargo, nosotras no hemos conseguido que sólo haya una persona por caja. Nos llega todo el grupo familiar y si les dices que se quede sólo una persona en caja se enfadan” explica Ana.
Puri explica como una compañera está de baja por ansiedad porque no podía soportar que cuatro personas se quisieran quedar todas en la caja: “Nos pusieron unos metacrilatos pero que sólo tapan un trocito y esta compañera que tiene a gente sensible en su casa no lo pudo soportar y reventó”. Han estado luchando para que la empresa les abra una caja si y una caja no, siempre y cuando el volumen de clientela no sea mucho, tal y como señala el protocolo, pero esa pequeña demanda ya es una lucha tremenda: “Yo el otro día me planté y como me vieron muy seria nos hicieron caso. Fíjate lo poco que cuesta abrir una caja sí y una no, es una medida sencillísima, pues hay que pelearla” señala Puri. Ana también relata la indignación del colectivo por el hecho que se les haya catalogado como personal expuesto a un riesgo bajo: “estamos en la cola y no se visualiza que estamos expuestas al contacto con muchísima gente” concluye Ana.