Tarde o temprano, la pandemia de Covid19 terminará, dejando atrás miles de muertes, muchas de ellas de personas mayores que habían trabajado la vida entera esperando la jubilación. Millones de personas asalariadas afectadas de forma más o menos dura y duradera por ERTES, despidos, cierres de empresas, reducciones de salario,etc. La OIT ya ha advertido del sustancial descenso de las horas trabajadas (7%) que seguirá a la pandemia y que se traducirá en 230 millones de empleos destruidos en todo el mundo (15 millones en Europa), subocupación y pobreza laboral; fenómenos que afectarán de manera desproporcionada a los trabajadores más desprotegidos y peor pagados actualmente (mujeres, jóvenes, inmigrantes, trabajadores de las plataformas digitales, etc.). El problema es enorme en un país donde, para la mayoría de la población, tres cuartas partes de los ingresos del hogar dependen del trabajo. En este artículo analizamos las evidencias científicas que muestran como la inseguridad laboral también se cobra vidas humanas.
La inseguridad laboral, compañera tan indeseable como habitual, seguirá instalada, y con más fuerza, en la vida cotidiana de millones de personas. Es también muy probable que haya cierto deterioro de las relaciones interpersonales en el trabajo, en el nivel de ayuda que nos prestamos mutuamente entre las y los compañeros; deterioro que afectará también a la calidad de liderazgo del personal supervisor y directivo, especialmente en aquellas empresas que opten por estrategias autoritarias de gestión de la mano de obra. Por otro lado, las actividades de prevención de riesgos laborales pueden también verse afectadas, especialmente después de ver el penoso papel que algunos servicios de prevención han jugado en la pandemia. En definitiva, un nuevo e inesperado escenario de aumento de la exposición a riesgos psicosociales, como ya pasó con la crisis financiera de 2008 pero de mayor magnitud al que habrá que hacer frente.
La inseguridad laboral y la salud
Antes de empezar a analizar la evidencia científica sobre cómo afecta la inseguridad laboral a la salud, conviene detenerse brevemente en el concepto de inseguridad laboral. La literatura científica distingue dos tipos de inseguridad laboral: la inseguridad sobre el empleo y la inseguridad sobre las condiciones de trabajo. La primera refiere a la preocupación por el futuro en relación con la pérdida del empleo y las posibilidades de encontrar otro en caso de pérdida. La segunda, se relaciona con las amenazas de empeoramiento de condiciones de trabajo especialmente valiosas como el salario, el horario, el puesto y los contenidos del trabajo Ambas pueden vivirse de forma distinta según el momento vital, las responsabilidades familiares de cada trabajador o trabajadora y la situación financiera de su unidad familiar. Generalmente, la inseguridad sobre las condiciones de trabajo está en buena parte supeditada a la inseguridad sobre el empleo, pudiendo ser baja, o aparentemente baja, cuando existe riesgo de quedar en paro.
Las personas trabajadoras en España conocemos bien la inseguridad laboral. Vivimos en un país donde la destrucción de empleo es extraordinariamente intensa en las fases descendientes del ciclo económico pero que no se recupera a la misma velocidad cuando la economía crece. Los altos niveles de desempleo que caracterizan al mercado de trabajo se combinan (y en parte se deben a) una alta tasa de temporalidad sin parangón en los países de nuestro entorno. Asimismo desde hace algunos años asistimos al crecimiento de varias formas de subempleo como el trabajo a tiempo parcial involuntario. A la precariedad y al desempleo que nos afectan desde hace décadas hay que sumar otra serie de problemáticas socioeconómicas, muy señaladamente un insuficiente nivel de protección social frente al desempleo, la falta de vivienda y la pobreza. Según los últimos datos del Informe AROPE el 26,1% de la población en España está en riesgo de pobreza y/o exclusión social. Como no podía ser de otro modo la percepción de la inestabilidad laboral y de la dificultad para volver a ocuparse se muestra acorde a estos indicadores, tal y como se observa en las encuestas europeas las cuales sitúan a España a la cabeza de los países del entorno (6th EWCS, 2015). Estos déficits estructurales han sido insistentemente relacionados con la salud física y mental y con el nivel y evolución de las desigualdades sociales en salud.
Inseguridad laboral y enfermedad cardiovascular
Disponemos de mucha evidencia científica sobre como la inseguridad laboral afecta a la salud cardiovascular. Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte (alrededor de 120.000 año) en la población. Aunque solamente un pequeño porcentaje de éstas, digamos del 4 o 5 %, fueran atribuibles a las condiciones de empleo y de trabajo como, entre otras, la inseguridad laboral, imaginemos el impacto que en la salud de la población tendría eliminar estas causas: algunos miles de muertes evitables. Por ejemplo, en 1990, un estudio noruego observó cómo aumentaba la tensión arterial entre trabajadores industriales ante el anuncio de cierre de la empresa, tensión que no se normalizó posteriormente entre los trabajadores que finalmente no fueron despedidos [1].
En 2004, una investigación conocida como el “estudio de las 10 ciudades” hizo un seguimiento durante 7,5 años de más de 22.000 empleados públicos que mantuvieron sus puestos después de la “re-estructuración” de los municipios finlandeses (que implicó privatizaciones y despidos) en la década de los 90, y demostró que la mortalidad por enfermedades cardiovasculares se duplicó entre las personas “supervivientes” (aquellas que mantuvieron el empleo) de departamentos que fueron privatizados o en los que hubo hasta un 18% de reducción de la plantilla[2].
Numerosas investigaciones han replicado estas conclusiones, relacionando claramente la inseguridad sobre el empleo con una mayor incidencia y riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares. El mismo estudio finlandés, detectó un aumento de las bajas por enfermedad de los trabajadores con contrato indefinido que no perdieron el empleo durante el periodo de la reestructuración, pero ocurrió lo contrario entre los trabajadores con contrato temporal, que mostraron una mayor tendencia a asistir al trabajo a pesar de encontrarse enfermos, lo que conocemos como “presentismo”, una práctica que dificulta la recuperación de su estado de salud y que, en cualquier caso, supone la conculcación de un derecho: beneficiarse la incapacidad temporal para poder recuperar la salud.
Multitud de estudios han insistido en la relación de la inseguridad laboral percibida por el propio trabajador con enfermedades cardiovasculares y mortalidad por esta causa. Un meta-análisis publicado en 2013, que analiza conjuntamente los datos de 13 estudios longitudinales, documenta la mayor incidencia de enfermedad coronaria entre las personas expuestas a inseguridad laboral, relacionándola también con el bajo nivel socio-económico[3]. Otra revisión, publicada por De Witte en 2016, de 47 estudios longitudinales también relaciona la inseguridad laboral con las enfermedades cardiovasculares, pero así mismo con la salud percibida, diversos síntomas psicosomáticos, el absentismo por motivos de salud, problemas de sueño, trastornos musculo-esqueléticos, enfermedades respiratorias y el uso de servicios sanitarios[4].
Inseguridad laboral y salud mental.
La evidencia de los efectos nocivos de la inseguridad laboral sobre la salud mental es también importante. En 1998 se publicó un análisis longitudinal de más de 10.000 funcionarios del Ayuntamiento de Londres, el conocido como el Whitehall study, que mostraba la relación entre salud mental, trastornos del sueño y las amenazas a la seguridad del empleo[5]. Quizás lo más relevante de sus hallazgos fue el haberlos encontrado en una población de trabajadores y trabajadoras administrativos entre los que no había empleos manuales no cualificados. En otras palabras: la asociación parecía lo suficientemente importante como para ser observada en poblaciones que, generalmente, no tienen las peores condiciones de trabajo.
Desde entonces, se han publicado diversas revisiones y meta-análisis de estudios longitudinales, por ejemplo en 2002[6], 2006[7], 2008[8], mostrando un mayor riesgo de trastornos mentales entre personas expuestas a alta inseguridad laboral, con asociaciones incluso más intensas que para la salud física.
Un estudio nórdico publicado en 2015[9] relacionó la inseguridad con la salud mental en trabajadores de Suecia, Noruega y Finlandia, mostrando además la interacción entre la inseguridad de perder el empleo y la de encontrar otro trabajo en el caso de quedar en paro. Otro meta-análisis de estudios prospectivos, publicado en 2015, relaciona la inseguridad con un mayor riesgo de sufrir síntomas depresivos[10]. En la citada anteriormente revisión de De Witte, de 2016, 43 de los 47 estudios longitudinales incluidos relacionan la inseguridad laboral con un empeoramiento de la salud mental.
Evidencia científica también en España
Entre la literatura científica sobre inseguridad laboral y salud también hay algunos trabajos españoles. En un análisis del efecto de los procesos de ajustes de plantilla en España sobre la salud, con los datos de la Encuesta de Riesgos Psicosociales de ISTAS en 2010, se encontró que las personas que mantuvieron su empleo después de un proceso de reducción de personal en su empresa tenían un 15% más de probabilidades de tener una peor salud mental comparando con las otras personas asalariadas que no habían pasado por este proceso.
A partir de de la Encuesta de Riesgos Psicosociales (ERP) de ISTAS de 2005, se calculó que un 11% de la mala salud mental entre la población asalariada en España era atribuible a la precariedad laboral[11], constructo que incluye, pero no se limita, a la inseguridad. Con los datos de la Encuesta Catalana de Condiciones de Trabajo de 2010, se observó que las personas expuestas a la inseguridad de empeorar las condiciones de trabajo tenían un mayor riesgo de sufrir trastornos psiquiátricos menores, especialmente entre personas trabajadoras manuales[12]. La exposición a la inseguridad para encontrar trabajo en caso de quedarse en el paro se asoció igualmente a un mayor riesgo de peor estado de salud mental [13] con los datos de las Encuestas de Riesgos Psicosociales de 2005 y 2010 realizadas por ISTAS, asociación que en 2010 se hizo más intensa[14]. Entre los distintos componentes de la inseguridad respecto a las condiciones de trabajo, la relacionada con la reducción del salario fue la que más intensamente se asoció con los trastornos psiquiátricos menores[15]. En 2016, la tercera edición de la ERP vino a confirmar esos resultados al mostrar que la exposición a la inseguridad percibida respecto a la pérdida del empleo y el empeoramiento de las condiciones laborales se asociaba a niveles más bajos de salud mental, independientemente de la formulación exacta de las preguntas (esto es, tanto si preguntamos por el miedo que provoca la inseguridad como si ponemos el énfasis en la probabilidad percibida de tal inseguridad la salud mental empeora)[16]. La sucesiva acumulación de evidencia a lo largo de más de 10 años apuntando en la misma dirección es indicativo de la robustez de la asociación y nos da motivos para rechazar una asociación puntual derivada de una situación coyuntural.
Además de los efectos citados en salud, principalmente sobre la salud cardiovascular y la mental, la inseguridad laboral, en sus diversas vertientes (pérdida de empleo, encuentro de empleo alternativo, deterioro de condiciones de trabajo), tiene otros efectos a nivel de organización social y del trabajo que pueden ser igualmente preocupantes. Nos referimos, especialmente, al posible deterioro del apoyo social en trabajo y su relación con las enfermedades cardiovasculares[17] y la salud mental[18], y al efecto de “disciplinamiento” que sobre el conjunto de trabajadoras y trabajadores puede tener la situación de destrucción de empleo, como parece que ya estamos observando, y que conduciría al empeoramiento de las condiciones de trabajo y, con ello, de la salud; afectando tanto a las personas que pierden el empleo como a las que lo mantienen en peores condiciones.
Mayor inseguridad y deterioro del apoyo social parece un cóctel explosivo para la salud mental. En 2017, un meta-análisis de 20 investigaciones sobre exposición a riesgos psicosociales y e ideas suicidas concluye que la ideación del suicidio es un 45% más frecuente cuando los trabajadores están expuestos a un bajo apoyo social de superiores y compañeros y un 91% más frecuente cuando están expuestos a una alta inseguridad. Si nos centramos en los suicidios, la exposición al bajo control (baja influencia y posibilidades de desarrollo) incrementa un 23% su frecuencia y la exposición al bajo apoyo social de superiores y compañeros la aumenta un 16%[19].
Como hemos visto, en momentos de destrucción de empleo y de políticas de flexibilización del empleo se debilita al sujeto social individual y colectivamente, limitando el poder de negociación colectiva de los trabajadores y su capacidad para el ejercicio efectivo de sus derechos mediante la amenaza sobre la seguridad en el futuro de los "supervivientes" que, en consecuencia, pueden aceptar el empeoramiento de sus condiciones de trabajo y empleo a fin de mantenerse en sus puestos de trabajo[20].
De nosotros depende forzar a los gobiernos a adoptar políticas sociales, económicas, fiscales y laborales que pongan coto al deterioro de las condiciones de empleo y de trabajo y, con ellas, al empeoramiento de las condiciones de vida y la salud de la mayoría de la población. Su deterioro, podría ser otra epidemia peor aún que la del covid-19.
REFERENCIAS
[1] Erikssen, J., Knudsen, K., Mowinkel, P., et al. (1990). “Increase in blood pressure among stress-exposed industrial workers.” Tidsskr Nor Laegeforen 110: 2873-7.
[2] Vahtera, J., Kivimaki, M., Pentti, J., Linna, A., Virtanen, M., Virtanen, P. and Ferrie, J.E. (2004). “Organisational downsizing, sickness absence, and mortality: 10-town prospective cohort study.” BMJ Mar 6;328(7439): 555.
[3] Virtanen M, Nyberg ST, Batty GD, Jokela M, Heikkilä K, Fransson EI, … Kivimäki M (2013). Perceived job insecurity as a risk factor for incident coronary heart disease: systematic review and meta-analysis. BMJ (Clinical Research Ed.) 347(6): 4746–4746.
[4] De Witte H, Pienaar J and De Cuyper N (2016) Review of 30 Years of Longitudinal Studies on the Association Between Job Insecurity and Health and Well-Being: Is There Causal Evidence? Australian Psychologist 51(1): 18–31.
[5] Ferrie JE, Shipley MJ, Marmot MG, Stansfeld SA, Smith GD. An Uncertain Future: The Health Effects of Threats to Employment Security in White-Collar Men and Women. Am J Public Health. 1998;88(7).
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[8] Cheng GH-L and Chan DK-S (2008) Who Suffers More from Job Insecurity? A Meta-Analytic Review. Applied Psychology 57(2): 272–303.
[9] Vulkan P, Väisänen A. Job Insecurity and Mental Well-Being in Finland, Norway, and Sweden. Nord J Work life Stud. 2015;5:33–53.
[10] Kim TJ, von dem Knesebeck O. Perceived job insecurity, unemployment and depressive symptoms: a systematic review and meta-analysis of prospective observational studies. Int Arch Occup Environ Health. 2015;89:561–573.
[11] Vives A, Vanroelen C, Amable M, Ferrer M, Moncada S, Llorens C, Muntaner C, Benavides FG and Benach J. Employment precariousness in Spain: prevalence, social distribution, and population-attributable risk percent of poor mental health. International Journal of Health Services Planning, Administration, Evaluation 2011, 41(4): 625–46.
[12] Utzet M, Moncada S, Molinero E and Navarro A (2015) Psychosocial exposures and mental health: distribution by gender and occupational class in a population-based study. Journal of Public Health 2016, 38 (4) e537–e544, https://doi.org/10.1093/pubmed/fdv175
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[14] Utzet M, Navarro A, Llorens C, Muntaner C, Moncada S. Is the worsening of psychosocial exposures associated with mental health? Comparing two populationbased cross-sectional studies in Spain, 2005-2010. Am J Ind Med. 2016;59:399–407.
[15] Navarro A, Utzet M, Salas S, Llorens C, Molinero-Ruiz E, Moncada S. Specific psychosocial exposures for workers’ mental health: A population-based study. Am J Ind Med. 2017;60:747–52
[16] Salas-Nicás, S., Moncada, S., Llorens, C., & Navarro, A. Cognitive and Affective Insecurity Related to Remaining Employed and Working Conditions: Their Associations with Mental and General Health. Journal of Occupational and Environmental Medicine. 2018; 60(11): e589–e594. https://doi.org/10.1097/JOM.0000000000001448
[17] Stansfeld S, Candy B. Psychosocial work environment and mental health--a meta-analytic review. Scand J Work Environ Health. 2006;32(6):443-462.
[18] Bonde JPE. Psychosocial factors at work and risk of depression: a systematic review of the epidemiological evidence. Occup Environ Med. 2008;65(7):438-445. doi:10.1136/oem.2007.038430
[19] Milner A, Witt K, LaMontagne AD, et al. Psychosocial job stressors and suicidality: a meta-analysis and systematic review. Occup Environ Med Published Online First: 29 August 2017. doi: 10.1136/oemed-2017-104531
[20] Cano E. La extensión de la precariedad como norma social. Sociedad y Utopía: Revista de Ciencias Sociales , 2007, (29): 117–139.