Según los datos de la encuesta COTS, el porcentaje de trabajadores y trabajadoras que ha empezado a consumir tranquilizantes en esta pandemia ha sido del 12%. Respecto a analgésicos y opioides, los nuevos consumidores son el 9,7%. La encuesta COTS ha sido realizada por ISTAS-CCOO y el grupo POWAH de la Universitat Autònoma. Todos los resultados de este estudio están publicados en la web de ISTAS.
Un 21,5% de los participantes en la encuesta ha consumido tranquilizantes, sedantes o somníferos durante el último mes. De éstos, más de la mitad (12%) son nuevos consumidores, mientras que entre quienes ya consumían antes del inicio de la pandemia, una de cada tres aumentó la dosis o cambió a un fármaco más fuerte, figura 38. El consumo total fue superior en mujeres (27,4% frente a 15,9% en hombres), así como el porcentaje de nuevas consumidoras (15,4% frente a 8,8%), (figura 39).

En el caso del porcentaje de limpiadoras que consumieron tranquilizantes se duplicó (del 16,9% prepandemia al 34,7%), similarmente a las auxiliares de geriatría (14,3% al 32,3%); en cambio, el incremento relativo para auxiliares de enfermería casi se triplicó (11,6% al 31,6%), para enfermeros aumentó por más de tres veces (10,7% al 37,5%) y en el caso de médicas se quintuplicó (del 6,9% a 34,7%). Se trata de incrementos muy remarcables, y podrían ser muy preocupantes si no se revierten claramente, ya que el hecho de haber consumido podría facilitar que se siga consumiendo”
Empeoramiento de la salud percibida
Un 36,7% de la población asalariada española considera que su salud ha empeorado durante la pandemia del COVID-19. Dicho empeoramiento fue más acusado entre mujeres que entre hombres (41,6% frente a 31,9%). El empeoramiento fue un poco menos acusado entre los mayores de 50 años (32,9%) que entre el resto de franjas etarias (37,9% y 38,6% para 16-34 años y 25-49, respectivamente).
Más de dos de cada cinco participantes en situación de no cubrir a menudo sus necesidades básicas con su salario declaran haber empeorado su estado de salud durante la pandemia, casi un 10% más que entre quienes sí cubren sus necesidades básicas. Entre las ocupaciones seleccionadas para este estudio (figura 29), los y las auxiliares de enfermería son las que más declaran empeorar su salud general, más de la mitad (51,8%), seguidas de las gerocultoras (46,6%), enfermeros (45,8%) y trabajadores/as en tiendas de alimentación, supermercados, etc. (44,5%).
Riesgo de mala salud mental
El 55,1% de las personas participantes mostró alto riesgo de mala salud mental. Una excelente referencia para valorar esta estimación, es que ésta fue del 23,8% en la Encuesta de Riesgos Psicosociales de 2016 (ERP 2016), basada en una muestra representativa a nivel nacional donde la salud mental se midió de idéntica forma /. El riesgo de mala salud mental fue notablemente superior en mujeres que en hombres (63,8% vs 46,8%). Por edades el grupo más afectado fueron los más jóvenes seguidos de cerca por los participantes con edades comprendidas entre los 34 y 49 años (58% y 56,8 respectivamente).
Dos de cada tres personas que no pueden cubrir sus necesidades básicas con su salario tienen un alto riesgo de padecer mala salud mental, esto es, un 18,5% más que a quienes sí les alcanza (figura 36). Auxiliares de geriatría (73%), de enfermería (71,5%), trabajadoras de tiendas de alimentación y productos básicos, mercados y supermercados (68,3%) y limpiadoras (66,9%) fueron las ocupaciones con mayor riesgo de padecer mala salud mental.
Comparando con los datos que tenemos de la Encuesta de Riesgos Psicosociales de 2016, el emperoamiento de la percepción de la salud y el aumento de la población a riesgo de mala salud mental es sin duda una mala noticia que tenemos que revertir en un futuro immediato, La percepción de la salud se relaciona con la calidad de vida y se ha visto como un predictor de mortalidad, no es ninguna broma,
Consumo de analgésicos y opioides
Si bien en global las mujeres consumen más analgésicos que los hombres (22,2%), proporcionalmente el aumento fue ligeramente superior entre estos últimos, pasando de un 6,7% antes de la pandemia a un 15,2%. En cuanto a la edad (figura 45), el consumo de base aumenta con la edad (el grupo de 50 o más dobla al de personas de entre 16 a 34 años) pero en todos los grupos etarios ha crecido significativamente el número de nuevos consumidores (entre un 8,9% y un 10,4%).

El consumo de analgésicos opioides era más alto entre aquellos participantes cuyo salario no cubre las necesidades básicas del hogar pero además, durante la pandemia, los nuevos consumidores han aumentado más en este grupo, un 12,4% frente a un 8,3% en el grupo de los que sí que cubren sus necesidades básicas con su salario (figura 46).

Por otro lado, destacan los altos porcentajes de nuevas consumidoras entre auxiliares de geriatría y de enfermería (17,9 % y 16,1% respectivamente). Asimismo, el número de nuevas consumidoras entre las limpiadoras ha aumentado un 13,8% que se suma al alto consumo de base (19,6%) que ya tenían, mientras que los trabajadores en tiendas de alimentación y/o productos básicos, mercados o supermercados alcanzan un 28,9% de consumidores después de añadir un 14% más durante la pandemia (figura 47).
