Desafíos y propuestas para asegurar la seguridad y salud laboral en unos centros educativos que apenas se han adaptado para afrontar las consecuencias del cambio climático
ENCARNACIÓN PIZARRO Y RAFAEL PÁEZ. Secretaría de Salud Laboral Medio Ambiente y Formación para el Empleo
A estas alturas casi nadie se atreve a cuestionar que en nos encontramos sumidos en una emergencia climática que nos afecta a toda la humanidad y que tiene sus devastadores efectos también en el ámbito educativo.
Los últimos años nos han dejado varios ejemplos. Así, en enero de 2021, la vuelta a las aulas tras las vacaciones de Navidad se vio retrasada por el estado en el que el temporal de nieve “Filomena” había dejado las vías de acceso y las instalaciones educativas en algunas comunidades autónomas. El último ejemplo lo soportamos a finales del pasado curso escolar 2021/22, con una ola de calor, la más temprana de la historia, que hizo su aparición a mediados de mayo. Es muy llamativo que en torno al día 20 de mayo, cuando aún faltaba un mes para la primavera estacional y casi dos semanas para la primavera meteorológica, sufriéramos una ola de calor con temperaturas que en el mediodía peninsular superaron con creces los 40º C, temperaturas más propias de los días más calurosos de finales de julio o principios de agosto que de esas fechas.
Esta es la situación a la que nos enfrentamos, y que debemos abordar, en nuestras escuelas, institutos y universidades. La realidad es que casi ninguno de los centros educativos de nuestro país está adaptado apara afrontar las consecuencias del cambio climático, casi no se dispone de los medios necesarios para refrigerar las aulas en los meses de mayo, junio y septiembre, momentos en los que cada vez son más frecuentes las olas o episodios de calor en los que las temperaturas de los termómetros en nuestras escuelas se disparan hasta valores cercanos a los 40ºC.
Según el Real Decreto 486/1997, de 14 de abril por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, y que es de aplicación y de obligado cumplimiento en todos los espacios de trabajo sin excepción, los centros educativos estarían englobados en los que se realizan trabajos sedentarios (no es el caso de las clases de Educación Física en la práctica deportiva), propios de oficinas o similares y las temperaturas por tanto de trabajo deben estar comprendidas entre los 17ºC y los 27º C.
Desde hace ya más cinco años, en junio de 2017, desde la Federación de Enseñanza de CCOO advertimos de la necesidad urgente de dotar a la mayor parte de los centros educativos de nuestro país de los indispensables elementos de refrigeración que son casi inexistentes en los mismos.
No podemos permitir que el alumnado, el profesorado y el personal no docente tengan que soportar unas condiciones indignas y peligrosas, como son las que se dan en nuestras aulas cuando las temperaturas pueden alcanzar en su interior valores cercanos a los 40º C. Esto genera, situaciones en las que el alumnado y el profesorado tienen que ser atendidos por golpes de calor, lipotimias, vómitos, mareos, etc.
Por todo esto es fundamental que se desarrollen varios ejes de actuación en los que participemos tanto las diferentes administraciones como toda la comunidad educativa. Los ejes serían los siguientes: formativo, organizativo, comunicativo, normativo y de inversión.
En primer lugar es necesario que formemos a las personas trabajadoras de la enseñanza en este ámbito para que puedan afrontar las medidas que se implementen con garantías de calidad, cuestiones como la eficiencia energética, la organización escolar, etc. deben ser revisadas desde la perspectiva sostenible para crear una cultura transformadora que contribuya a que se produzcan cambios significativos.
En segundo lugar, necesitamos actualizar la organización de los centros en función del cambio climático. Entre las medidas organizativas planteamos que se permita a los centros, en base a su autonomía organizativa y en función de sus características específicas (ubicación geográfica, orientación, tipología constructiva, existencia o no de elementos de refrigeración, etc.) y etapas a las que imparte enseñanza adoptar medidas tendentes a paliar los efectos de esta ola de calor, garantizando por encima de todo la salud y el bienestar de la comunidad educativa con acciones como diseñar horarios adaptados, uso de espacios, protocolos de actuación, etc.
También es clave que todas las medidas que se adopten y se puedan tomar se hagan públicas y por lo tanto llegue a todas las familias; que además deben de ser informadas de los riesgos que corren sus hijos en situaciones de este tipo en centros escolares que, si bien es cierto que, con mejores o peores dotaciones, están adaptados para combatir el frío, no lo están en la mayor parte de los centros para combatir el calor.
Por otra parte hay que crear grupos de trabajo multidisciplinares entre las diferentes administraciones, expertos, agentes sociales y familias para desarrollar normativas claras y ambiciosas que impulsen planes de actuación efectivos con el consiguiente marco legal que proporcione cobertura amplia para estos procesos.
Urge abordar un plan estatal para adaptar las instalaciones y entornos escolares a estas nuevas realidades. No tiene ningún sentido que todos los edificios de oficinas, los centros comerciales, el resto de los edificios oficiales (Ministerios, Consejerías, Ayuntamientos, etc.) cuenten con elementos para la climatización y los lugares en los que estudian nuestros hijos e hijas (que junto con las personas ancianas son el grupo de población más propenso a sufrir golpes de calor) no dispongan de ellos. Todos los centros educativos disponen de calefacción para afrontar los meses fríos (que cada vez se reducen más) y sin embargo no están preparados para afrontar el calor (que cada vez incrementa más su incidencia). Hay que recordar, además, que históricamente en nuestro país el calendario escolar se ha fijado dejando dos meses (julio y agosto) sin jornadas lectivas entre otras cosas por las especiales características climáticas de nuestro país.
Pero en aras de ser coherentes con los retos que nos pone el cambio climático, desde FECCOO exigimos que haya partidas específicas económicas suficientes sostenidas desde las administraciones. Para ello hay que elaborar un plan global que conlleve el estudio y análisis de la realidad bioclimática y de confort de todos los centros para determinar sus características en base a su ubicación geográfica, orientación, grado de exposición al sol, tipología constructiva, materiales de construcción empleados, calidad del aislamiento, etc. de forma que se determine sus necesidades específicas (mejor ventilación, mejores cerramientos, mejor aislamiento de paredes, mejor cubrición, necesidad de aparatos de aire acondicionado, etc.) y acometer un programa de adecuación de los mismos, insistimos, siempre contemplando la incorporación de placas solares y otra cuestión que es prioritaria, necesaria, urgente y no conlleva un coste excesivo, como es el dotar a todos los centros con elementos de sombra, tanto arbórea, que sería la ideal, pero dado su lento crecimiento debería de complementarse con espacios abiertos sombreados con medios artificiales como techados, paseos porticados, etc.
El tiempo se acaba. Las temperaturas son una parte de lo que está por llegar. Nuestras niñas, niños y jóvenes están expuestos a riesgos de seguridad y salud mientras se educan. Tenemos la obligación de actuar. Es hora de proteger nuestro futuro.