Vivir para trabajar: los impactos en la salud de los excesos de jornada

Los excesos de jornada no son un problema puntual sino muy generalizado y tienen un efecto importantísimo sobre la salud de la población trabajadora

CARMEN MANCHEÑO. Secretaria de Salud Laboral de CCOO-Madrid

Ahora que se debate sobre la nueva regulación del control de la jornada laboral hay que poner sobre la mesa algunos datos que siempre hemos sabido pero la patronal no quiere difundir: los excesos de jornada no son un problema puntual sino muy generalizado y tienen un efecto importantísimo sobre la salud de la población trabajadora.

La Comunidad de Madrid se sitúa a la cabeza del tiempo de trabajo no remunerado. Teniendo en cuenta las horas extra que no se pagan y el exceso de horas por jornada habitual superior a la pactada que no se retribuyen se estiman 2,7 millones de horas de prolongación no retribuida de jornada a la semana , lo que equivale a 67.000 empleos en la región. La prolongación no retribuida de jornada afecta en Madrid a 252.000 trabajadores y trabajadoras a jornada completa que, de media, soportan 10,6 horas semanales de extensión no retribuida de su jornada, por lo que pueden superar las 50 horas de jornada.

Este exceso de jornada, según los testimonios de los trabajadores y trabajadoras, se plantea en dos escenarios diferenciados. El primero es de sectores con una notoria precariedad laboral, como comercio y hostelería, donde los trabajadores y trabajadoras son contratados por un número de horas muy inferior al que realizan en la práctica. Por ejemplo, B.L es delegada de prevención en una importante cadena de moda española y donde lo habitual es alargar la jornada: “La tienda se ha de quedar totalmente arreglada cuando nos vamos y, como se han reducido las plantillas, no tenemos tiempo de hacer esa tarea durante la jornada, así que lo normal es que nos quedemos todos los días entre media hora y tres cuartos arreglando la tienda. Las cajeras que abren y cierran caja también alargan su jornada de forma sistemática y esas horas de más no se les pagan porque se les dice que ya perciben un plus por ser cajeras”.

El segundo escenario se da en sectores con un empleo más estable, como por ejemplo la banca o los seguros, en los que la prolongación de jornada se ha convertido en una forma de relación habitual con la empresa. El caso de J.F. es muy común: trabaja en un banco y su empresa, al igual que otras muchas, puso en marcha lo que se conoce en el argot laboral como “sistema de control horario automático”. “El sistema fichaba por nosotros cada día con el mismo horario, de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Pero por la tarde trabajábamos horas extras cada día con la puerta del banco cerrada”.

Tras estos datos y estos testimonios no solo se esconde un fraude y sino también toda una serie de impactos en la salud de los trabajadores y trabajadoras que las distintas patronales tratan de minimizar.

Enfermedades cerebrovasculares

Las investigaciones demuestran que las largas jornadas laborales aumentan el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, especialmente si esta situación se prolonga durante 10 años o más y el trabajador es menor de 50 años. En concreto, los estudios revelan que las personas que trabajan más de 10 horas diarias durante al menos 50 días al año tienen un 29% más probabilidades de sufrir un ictus, un porcentaje que puede llegar hasta el 45% si el empleado continúa con este ritmo de trabajo durante al menos 10 años. Un dato llamativo es que la asociación entre trabajar muchas horas durante más de 10 años y el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular parece mayor para las personas menores de 50 años.

Depresión, deterioro cognitivo y adicciones

Trabajar más de ocho horas eleva hasta tres veces el riesgo de sufrir depresión, ligado especialmente al estrés, la ausencia de descanso, el alejamiento de familia y amigos, etc. Las jornadas excesivas y mantenidas en el tiempo pueden producir un deterioro de la memoria. Cuando aumenta el estrés por demasiadas horas de trabajo se corre el riesgo de un abuso del tabaco, alcohol u otras sustancias adictivas.

Insomnio, diabetes y problemas digestivos

Las jornadas laborales prolongadas tienen efectos negativos sobre los patrones de sueño, tanto en la duración como en la calidad. Puede no sonar muy grave, pero la falta de sueño puede provocar daños cognitivos y cerebrales, además de elevar el riesgo de problemas cardíacos, hipertensión y diabetes. Trabajar hasta tarde o llevar un turno nocturno altera el reloj biológico, elevando el riesgo de contraer diabetes tipo 2. El sistema digestivo es muy sensible a los componentes emocionales. El estrés y los excesos de jornada elevan el riesgo de problemas gástricos, desde diarrea y estreñimiento hasta intestino irritable.

A nadie se le escapa que, como suele ser habitual el alargamiento del tiempo de trabajo supone para las mujeres una mayor exposición al riesgo de doble presencia: las largas jornadas y escasos descansos tienen una especial repercusión negativa en la vida personal y familiar de las mujeres ya que la doble carga que provoca el trabajo de cuidados empeora los indicadores de salud mental y física.

Datos contundentes en la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo

Los trabajadores y trabajadoras tienen una clara percepción de esta realidad. De hecho, según los datos de la VII Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo en España, las personas que habitualmente alargan sus horarios laborales sin retribución o compensación son las que tienen un peor estado de salud percibido: El 4,9% lo califican de malo o muy malo frente al 2,3% entre quienes no prolongan la jornada laboral.

Es evidente que el aumento en las jornadas de trabajo provoca una mayor exposición a riesgos laborales: aumenta la probabilidad de tener un accidente de trabajo, aumenta la exposición a agentes peligrosos, es un factor determinante de peligro para los movimientos repetitivos y las posturas forzadas, y es un factor fundamental en la exposición a riesgos psicosociales.

Algunos indicadores deberían alertarnos

Las muertes por Patologías no Traumáticas (infartos, derrames cerebrales, ictus, etc) en la Comunidad de Madrid suponen un porcentaje muy importante del total de los accidentes mortales, con una tendencia alcista desde 2008, llegando a representar el 44,4 por ciento en 2018 y situándose en estos primeros seis meses de 2019 en el 46,7 por ciento. Es decir, son actualmente la primera causa de muerte por accidente de trabajo en la región.

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