Una lucha que no termina: el difícil camino para mejorar las condiciones laborales en la industria cárnica

Un nuevo convenio colectivo para el sector cárnico firmado a finales de 2021 ha mejorado las duras condiciones laborales del sector, pero aún queda mucho por hacer

LAURA VILLADIEGO

Quizá pocos se lo imaginan así, pero un matadero tiene cierto parecido a esas cadenas de producción medidas hasta el último detalle que representó Charles Chaplin a principios del siglo pasado en su película Tiempos Modernos. Al igual que en aquella fábrica, los trabajadores de los mataderos están especializados en una única tarea que repiten una y otra vez sin parar a lo largo de su jornada laboral. Sus ritmos de trabajo son igualmente frenéticos, porque parte de su salario depende de ello.

“El sector cárnico tiene un problema muy profundo con los ritmos de trabajo”, explica Marco Antonio Pérez Martínez, secretario general de la Sección Sindical Intercentros de CCOO en Campofrío. “Se trabaja con sistemas de intensidad, lo que quiere decir que [los trabajadores] cobran una parte de una parte del salario por incentivos”, continúa. 

Sin embargo, los mataderos tienen una diferencia importante con el trabajo de apretar tornillos que hacía Charles Chaplin en la película. Tareas como deshuesar o preparar la carne requieren de movimientos de fuerza intensos que desgastan rápidamente al trabajador. “El sector cárnico a día de hoy es una auténtica fábrica de hacer inválidos. Hay muchas personas que han sido deshuesadores de carne toda la vida y que se jubilan en unas condiciones muy malas de salud o se van por vía de la incapacidad permanente total a causa de problemas en muñeca o hombro o codos”, continúa Pérez Martínez. Así, parte del trabajo está mecanizado, pero todavía existe una importante cantidad de tareas que deben realizarse de forma manual. “Para el despiece aún no se ha inventado una máquina que lo haga”, explica Pérez Martínez. A esto se añaden las condiciones de humedad y frío propias de los mataderos que someten al trabajador a un desgaste continuo de su salud.

Este duro trabajo es algo más liviano desde el pasado 1 de enero cuando entró en vigor el nuevo convenio colectivo de la industria cárnica firmado en diciembre tras las negociaciones lideradas por Comisiones Obreras. “Era la primera negociación en la que CCOO tenía mayoría. Veníamos de una herencia de firmar salarios y poco más y se han conseguido cambios importantes”, relata Vicente Canet, responsable de negociación colectiva de CCOO Industria. “Hemos llegado a un buen acuerdo gracias a la fuerza que hemos conseguido tener como organización sindical”, añade José Aranda, responsable de Cadena Alimentaria de la Federación de Industria de CCOO. “Se está valorando muy positivamente en las grandes empresas del sector, donde tenemos una sindicación muy importante”, asegura.

Una de las principales mejoras ha sido un mayor control de esos ritmos de trabajos. Así, según el nuevo convenio, las empresas no podrán incrementar los baremos que miden el rendimiento de los trabajadores de forma unilateral. Esto es fundamental, asegura Pérez Martínez, para que no se siga incrementando la exigencia a los trabajadores. “Si hay una persona, por ejemplo, al final de la cinta que tiene que deshuesar jamón ibérico o hacerle un corte, no es lo mismo, obviamente hacerlo a 300 a la hora que a 340”, cuenta. Hay, no obstante, una mejora importante para Pérez Martínez que no se ha visto reflejada en el convenio: los micro descansos preventivos cada dos horas para poder descansar las articulaciones y hacer estiramientos. 

El nuevo convenio también supone notables avances salariales, asegura Canet. Así, los sueldos se han incrementado un 3% con carácter retroactivo a enero de 2021, y se ha incluido una cláusula de garantía salarial referenciada al IPC. “Esto quiere decir que no van a perder poder adquisitivo”, explica Canet. Además, se ha reducido la jornada máxima anual en 10 horas y se ha creado un permiso retribuido de otras 10 horas para asistir o acompañar al médico a familiares. 

Dado que la industria cárnica es un sector con un importante porcentaje de trabajadores migrantes, se aprobó también un permiso para viajar al extranjero por enfermedad o fallecimiento de familiares de primer grado de seis días remunerados, ampliable a cuatros más no retribuidos.

Un sector con dos caras

La industria cárnica es, en España, uno de los grandes gigantes de la economía del país. Es así, el cuarto sector industrial, sólo por detrás de la industria automovilística, la industria del petróleo y combustibles o el suministro de energía, y junto a sectores como las industrias química o metalúrgica, según datos de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España (ANICE). Lo conforman además casi 3000 empresas que emplean a cerca de 100.000 trabajadores a tiempo completo. 

Pero no todas las empresas son iguales, explica Pérez Martínez y se dividen, principalmente, en dos categorías: las especializadas en elaboración de productos cárnicos, que suelen tener marcas conocidas, como Palacios o Casa Tarradellas, y las que se centran en la matanza y venta de carne fresca, como Grupo Jorge o Vall Companys. “El sector cárnico convive entre esos dos modelos. Luego hay un modelo intermedio de empresas que teniendo especialización en la fabricación de productos elaborados, también tienen una fase de de matadero”, asegura Pérez Martínez. Aquí se englobarían las marcas más conocidas como Campofrío, El Pozo o Bonarea. 

Tampoco son iguales en las condiciones laborales que ofrecen a sus trabajadores. “Las empresas de elaborados cárnicos suelen ser empresas que tienen mejores condiciones y son empresas cumplidoras del convenio colectivo”, explica Vicente Canet. Las empresas de carne fresca, por su parte, tienen un mayor historial de abusos hacia los trabajadores. Uno de los escándalos más claros, asegura Canet, fue el uso de falsos autónomos como mano de obra en mataderos, a menudo a través de cooperativas ficticias. La existencia de estos falsos autónomos fue denunciada por CCOO en la campaña ‘Carne sin Fraude’ por la que se pudo regularizar a al menos 23.000 trabajadores. 

Ahora la presencia de estos falsos autónomos es testimonial, explica José Aranda, pero existe el riesgo de que el Tribunal Supremo considere la práctica como legítima. “Sin un cambio significativo en la ley de cooperativas, puede desembocar en que, en algún momento determinado, la patronal intente volver otra vez a un modelo si no igual, parecido y regresivo, como lo que había antes”, explica. No obstante, añade, muchos de esos falsos autónomos han sido ahora integrados en empresas de multiservicios que aún pueden tener convenios con condiciones más bajas que el de las cárnicas. 

La lucha está lejos de haber terminado. El objetivo es ahora conseguir que el aumento de los ritmos de trabajo quede prácticamente bloqueado y que se aclare la situación con los falsos autónomos y las subcontratas para que todos los trabajadores se rijan por el mismo convenio. “Hemos avanzando mucho pero no todo puede ser en la primera negociación. Lo que pretendíamos era marca la pauta”, concluye Canet.  

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